Los sones,
MÚSICA QUE CONTRIBUYE
A LA COHESIÓN SOCIAL

Arlette Salvador Revoreda[*]


Al escuchar la combinación de sonidos que emiten el arpa, la jarana, la guitarra de son y el requinto jarocho, inevitablemente sentimos y vibramos con esta música ancestral que nos lleva a mover los pies contribuyendo al zapateado sobre tarima, en una fiesta en la que los versadores hacen sus coplas con creatividad y picardía.


Los sones, música que contribuye a la cohesión social

El son jarocho, relata el maestro Juan Carlos Calzada, director fundador de la organización Jóvenes Orquestas, es la primera expresión artística mestiza, fusión de tres culturas: europea, africana e indígena. Esta mezcla nos ha dado una personalidad e identificación como seres humanos.

Surgido en la región del Sotavento, en la que se encuentran localidades como Veracruz, La Antigua, Boca del Río, Tlalixcoyan, entre otras, el son jarocho está conformado por décimas o renglones octosilábicos, llamados refranes. A cada línea le corresponden ocho sílabas, que tienen una acentuación y un ritmo específicos. Además, tiene poesía, que son cuartetas, sextetas y la décima espinela.

La misma esencia del son jarocho impulsa a los oyentes a disfrutarlo y entenderlo muy bien; ni siquiera al escucharlo por primera vez permanecen indiferentes, de manera inmediata se suman al ritmo como si lo conocieran desde siempre.

Del son jarocho, surgen tres ritmos que en conjunto forman la base fundamental de la música mexicana: sones huastecos, sones de la costa del sur y sones de occidente. Estos géneros, que aún se conservan en nuestro país, construyen y refuerzan la identidad nacional, la identidad comunitaria, además de contribuir de modo importante a la cohesión social. En México, ésta se ha formado, desde hace muchos años, a partir de géneros como el fandango y el huapango, siempre presentes en una celebración no sólo para escuchar sino para disfrutar bailando y zapateando.

El amor por estos cuatro géneros y el interés altruista de impulsar la cohesión social llevaron al maestro Calzada a ayudar a niños y jóvenes de alta marginalidad con desatención educativa, cultural y de desarrollo humano.

Acompañado de su esposa y por cuenta propia, Calzada inició su labor a principios de los años ochenta en las calles de la zona de Cuautepec, en el norte de la Ciudad de México, acercándose a los jóvenes y enseñándoles a tocar distintos instrumentos musicales. Ante la falta de espacios adecuados, y puesto que entre las prioridades económicas de las familias de la zona no se encontraba el aprendizaje de la música, la iniciativa cobró fuerza entre los vecinos y logró una cultura comunitaria en la que todos los participantes contribuían para la ejecución de los talleres de música.

Desde sus inicios, la organización Jóvenes Orquestas implementó el tequio o trabajo voluntario de la comunidad sin esperar nada a cambio. El tequio es una costumbre arraigada en la vida del maestro Juan Carlos Calzada, originario de Oaxaca e integrante de una familia de músicos tradicionales. Su abuelo, además de ser el instrumentador de su formación musical, le enseñó la importancia del trabajo en equipo y la contribución comunitaria, herencia que sin duda ha permeado en la vida de muchos niños y jóvenes en la Ciudad de México.




El cascabel



Vida mía quién te lo dio
vida mía quién te lo dio
bonito tu cascabel.

A mí no me lo dio nadie
a mí no me lo dio nadie
mi dinero me costó
y el que quiera cascabel
que lo compre como yo.

[Estribillo]
Ay como rezumba y suena
ay como rezumba y suena
rezumba y va rezumbando
rezumba y va rezumbando
mi cascabel en la arena.

A mi jarana sonora
mi jarana sonora
yo le puse un cascabel.

Ay como era de oropel
y como era de oropel
se lo presté a una señora
para que juegue con él
allá en el parque Zamora.

Ay como rezumba y suena…

Hoy, el director fundador de Jóvenes Orquestas tiene 60 años, y desde los siete toca la guitarra. Con el paso del tiempo, aprendió más de cuarenta ritmos latinoamericanos, así como distintas metodologías para la enseñanza de la música. Este conocimiento le permitió desarrollar su propia metodología para los “chavos”, como les llama él, a partir de la nemotecnia o memorización de palabras rítmicas. También aprovechó la conexión que tienen los jóvenes con los números a partir del contacto directo y usual con sus celulares, para poner la parte rítmica de las melodías a partir de los dígitos. “Por ejemplo, para tocar la cuerda en la guitarra les digo 52, son dos dígitos, el 5 es la cuerda y el 2 es el traste donde pondrán su dedito; lo entienden y ejecutan muy rápido”, asegura.

Calzada también aprendió en el estado de Veracruz a construir jaranas, requintos jarochos, arpas, leonas, marimboles, panderos y otros implementos de la música tradicional jarocha. Así, a la enseñanza de la música ha sumado la enseñanza del arte de elaborar con sus propias manos los instrumentos musicales que dan vida a los sones jarochos, huastecos, de la costa del sur y de occidente, así como a otros géneros. El costo de un instrumento es elevado para las familias de escasos recursos, por lo que la posibilidad de que los propios jóvenes elaboren sus instrumentos resulta una gran oportunidad.





La labor de Jóvenes Orquestas no sólo se centra en la enseñanza de la música, sino también en aprender el arte de elaborar con sus propias manos los instrumentos musicales como la jarana



Uno de los puntos importantes que destaca Juan Carlos Calzada es la relación de su labor con los valores humanos: “Hemos echado mano de la música para recobrar valores humanos perdidos, la música ha sido la herramienta que ha articulado la humanidad con los jóvenes”. Además de ese relevante aspecto, Calzada ha desarrollado un círculo virtuoso que brinda a sus alumnos dos vías para formar un ingreso, ya sea ofreciendo sus servicios como docentes o intérpretes de música, o bien, mediante la elaboración y venta de instrumentos musicales.

En los distintos programas de Jóvenes Orquestas, tales como Educación Musical y Zapateado Tradicional; Taller de Laudería y Construcción de Instrumentos; Taller de Vestuario Escénico y Artístico, entre otros, han participado más de tres mil quinientos niños, jóvenes y adultos, tan sólo desde la formalización de esta iniciativa, en 2007. Muchos de ellos vivían en situaciones complicadas y lograron salir avante gracias al interés por la música.

Uno de los múltiples casos de éxito es el de “El Huesitos”, un chico de aproximadamente catorce años, con problemas que ponían en riesgo su integridad personal, pero que se interesó por la manera en la que Juan Carlos Calzada tocaba la guitarra. Luego de que el maestro compartiera sus conocimientos con él, “El Huesitos” se integró al grupo, aprendió y más tarde también formó parte del equipo de jóvenes que contribuyen a la continuidad de esta gran labor. Así, este chico superó sus problemas y se dedicó a sus estudios hasta llegar a una carrera universitaria.






Tan sólo desde la formalización de
esta iniciativa, se han visto
beneficiados con los talleres
más de 3500 niños, jóvenes y adultos






















Otra historia es la de una chica de 13-14 años, con una adicción muy fuerte, a quien invitaron a participar en el proyecto por sugerencia de sus padres. Al principio, asistió con cierta antipatía, pero poco a poco se involucró de tal manera que cambió para bien y con ello logró su sanación intelectual, moral, así como mejorar su autoestima. Por razones ajenas a ella, tuvo que trasladarse a Madrid, en donde continuó cultivando sus intereses musicales en combinación con una carrera universitaria.

Con orgullo, el maestro Calzada asevera que muchos de los participantes de su proyecto ahora son subdirectores en algunas áreas del Instituto Politécnico Nacional o decidieron continuar con una carrera profesional de música. Hoy en día, quince maestros apoyan el proyecto, todos ellos han pasado de ser estudiantes a participar como docentes en Jóvenes Orquestas.

Preocupado por la sobresaturación de la tecnología en la actualidad, asegura que es necesario buscar el equilibrio entre las nuevas tecnologías (computadoras y smartphones) y la parte humana que es la socialización. La música es una vía fundamental para que la comunidad haga equipo, para el tequio: ayuda a la recomposición de lo que está roto, contribuye a elevar la espiritualidad de los seres humanos, los hace felices, logra que se involucren en proyectos y los hagan suyos. “Observo a los niños frente a una computadora y terminan cansados o aburridos. Por otro lado, cuando un niño viene y ejecuta un instrumento, se va sonriendo y mañana despertará con interés de continuar aprendiendo”, dice convencido el maestro Juan Carlos Calzada.


Alumnos de Jóvenes Orquestas durante una clase



Sobre la necesidad de incluir una mayor formación musical en los programas educativos del país, el fundador del proyecto aseguró que su organización lo está haciendo y demostrando, y también, que algunas escuelas se han acercado a ellos para invitarlos a participar como docentes en la materia.

Una vez que han aprendido a construir los instrumentos y a tocarlos, se forman diversos grupos que se coordinan entre sí para dar a conocer al público vecino su música, música que viven, vibran y sienten como un proyecto suyo que les representa un logro personal, y, para quienes decidan continuar en ese camino, profesional. De esta manera, las Jóvenes Orquestas ofrecen un concierto a sus amigos y familiares.

El proyecto ha sido reconocido por su trabajo y es un ejemplo para diversas organizaciones en España y Venezuela, donde ha habido muestras de interés en replicarlo y proponerlo a las autoridades para construir mejores oportunidades de desarrollo educativo y cultural en las comunidades.

Durante años hemos escuchado que la música desarrolla y potencia el talento de las personas, que activa el cuerpo, la mente, el corazón y el espíritu. Además de ello, sabemos que quienes se involucran de manera directa con la música tienen una habilidad numérica importante. También funciona como un transformador positivo en la vida de muchas personas, brinda felicidad y proporciona energía para continuar con los proyectos a corto, mediano y largo plazos. Y es en dicha transformación en la que este tipo de proyectos y labores altruistas han alcanzado grandes resultados abonando a la cohesión social.

Cuando conectamos con los sones nos emocionamos, en ocasiones hasta las lágrimas –que pueden ser de caricia o herida–, a veces nos traen recuerdos, pero poco pensamos en que contribuyen sobremanera a que algunas personas se sientan mejor y sigan adelante con sus planes de vida. Jóvenes Orquestas lo hace desde hace más de treinta años.

NOTAS

* Licenciada en Ciencias de la Comunicación y maestra en Gestión Pública Aplicada.
Créditos fotográficos

- Imagen inicial: José Ramírez en sonjarocho.mx

- Foto 1: www.lamantaylaraya.org

- Foto 2 a 4: Blanca Sobrevilla Larios

- Foto 5 a 7: Olimpia Araceli Juárez Romero