Áreas naturales protegidas de México: TRES TIPOS DE SANTUARIOS NATURALES Andrés Ortiz Garay[*] ![]() Puesto que los santuarios naturales constituyen una categoría de las áreas naturales protegidas que impone fuertes restricciones a la realización de actividades antropogénicas y al uso de los recursos que contienen, se antojaría que fueran muy numerosos y estuvieran extendidos en el territorio de una nación que, como México, alberga una gran biodiversidad y se manifiesta firmemente decidida a conservarla. Sin embargo, en nuestro país, estos santuarios son pocos, cubren una superficie relativamente pequeña y en su mayoría se dedican a brindar protección a unas cuantas especies de flora y fauna. Este articulo llama la atención sobre esta ilógica realidad.
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c Áreas naturales protegidas de México: Tres tipos de santuarios naturales
En la clasificación de las áreas naturales protegidas (ANP) mexicanas, la categoría que quizá es más semejante al modelo que propone la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) como de mayor restricción de las actividades humanas es la de santuario. La UICN plantea que las áreas de protección más estricta del medio natural equivalen a lo que denomina como categoría I de las ANP, la cual divide en dos subcategorías: reserva natural estricta y área silvestre, con los siguientes objetivos primarios: [Para la reserva natural estricta:] Conservar a escala regional, nacional o global ecosistemas, especies (presencia o agregaciones) y/o rasgos de geodiversidad extraordinarios: dichos atributos se han conformado principalmente o exclusivamente por fuerzas no humanas y se degradarían o destruirían si se viesen sometidos a cualesquiera impactos humanos que no fueran muy ligeros (Dudley, 2008: 16). [Para el área silvestre:] Proteger la integridad ecológica a largo plazo de áreas naturales no perturbadas por actividades humanas significativas, libres de infraestructuras modernas y en las que predominan las fuerzas y procesos naturales, de forma que las generaciones presentes y futuras tengan la oportunidad de experimentar dichas áreas (Dudley, 2008: 17). ![]() Tortuga golfina (Lepidochelys olivacea) liberada en Playa Escobilla, Oaxaca Siguiendo estos criterios de carácter muy general,[1] en los santuarios, la legislación mexicana sólo permite que se realicen actividades de investigación, recreación y educación ambiental, al tiempo que proscribe el desarrollo de otras actividades antropogénicas, consideradas como causantes de alteraciones e impactos negativos en paisajes, especies y/o hábitats de ecosistemas que cuentan todavía con un alto grado de naturalidad. Esto implica que en esas ANP la extracción de recursos naturales está prohibida y que las prácticas no extractivas también se restrinjan en concordancia con lo establecido por las normas oficiales mexicanas de carácter ecológico y los programas de manejo correspondientes (cuando los hay). Al respecto, el artículo 55 de la Ley General del Equilibrio Ecológico y la Protección al Ambiente (LGEEPA) dice: Los santuarios son aquellas áreas que se establecen en zonas caracterizadas por una considerable riqueza de flora o fauna, o por la presencia de especies, subespecies o hábitat de distribución restringida. Dichas áreas abarcarán cañadas, vegas, relictos, grutas, cavernas, cenotes, caletas, u otras unidades topográficas o geográficas que requieran ser preservadas o protegidas. En los santuarios sólo se permitirán actividades de investigación, recreación y educación ambiental, compatibles con la naturaleza y características del área. Las actividades de aprovechamiento no extractivo quedan restringidas a los programas de manejo, y normas oficiales mexicanas emitidas por la Secretaría. De forma similar a la categoría de monumentos naturales, que abordé en la pasada entrega, este alto grado de restricción a las actividades antropogénicas y al aprovechamiento de los recursos naturales también parece estar asociado, en el caso de los santuarios, al hecho de que se trata de lugares cuyas dimensiones territoriales son más bien pequeñas (en comparación con otras categorías que posibilitan mayores opciones para el aprovechamiento de los recursos, como las reservas de la biosfera, las áreas de protección de recursos naturales, los parques nacionales y las áreas de protección de flora y fauna). Pero, a diferencia de aquel otro caso de área protegida altamente proteccionista, la mayoría de los santuarios mexicanos de jurisdicción federal (caracterizados de forma genérica en la Ley General como “cañadas, vegas, relictos, grutas, cavernas, cenotes, caletas, u otras unidades topográficas”) no se han decretado en principio por su singularidad paisajística –aunque no carezcan de ella–, ni por un excepcional valor cultural e histórico –como sí lo tienen las zonas arqueológicas de Bonampak, Yaxchilán y Yagul, que son monumentos naturales de México–, más bien pareciera que el motivo más común para decretarlos ha sido brindar protección a especies y subespecies de flora y fauna, y más especialmente de esta última. De las 18 ANP mexicanas que la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (Conanp) incluye en sus listas bajo la categoría de santuario, 16 son playas donde desovan tortugas marinas; en cambio, las otras dos, una con superficie totalmente marina y la otra conformada por mar e islas, constituyen casos excepcionales respecto a esa mayoría (y además esas otras dos tienen un tamaño significativamente más grande). El cuadro que sigue ayuda a visualizar la situación de las ANP categorizadas en nuestro país como santuarios, y sabiendo que su localización está junto al mar o en él, su orden de aparición en el cuadro está determinado según su ubicación en el lado del océano Pacífico o en el de las aguas del golfo de México o las caribeñas que se mezclan con el océano Atlántico. ANP con la categoría de santuario en México
Se trata entonces de un total de 154 313.38 hectáreas, cuya suma representa 0.17 por ciento de los casi 91 millones de hectáreas que abarcan las ANP reconocidas por la Conanp como de carácter federal (Conanp, s. f.). Una dimensión ciertamente pequeña –de cara al gran objetivo de mayor protección– y que sólo sobrepasa en extensión territorial a las ANP categorizadas como monumentos naturales (16 269 hectáreas, que representan 0.02 por ciento del total de la superficie protegida), aunque se reparte en un número mayor de unidades que las ocho áreas de protección de recursos naturales, que con sus 4.5 millones de hectáreas es la siguiente categoría que la supera en tamaño. En los ejemplos que ofrece la definición general de santuarios del artículo 55 de la Ley General antes transcrito, lo más cercano a las ANP decretadas efectivamente como tales es caleta. Pero no todas las playas que en un mismo día, el 29 de octubre de 1986, se convirtieron en santuarios mediante un decreto expedido por Ernesto Zedillo, titular del poder ejecutivo mexicano en aquel tiempo, corresponden estrictamente a lo que entendemos con ese término (pues las playas categorizadas como santuarios varían en tamaño desde las casi 2000 hectáreas adjudicadas a Rancho Nuevo hasta las 10 hectáreas que comprende la ANP de esta clase ubicada en Isla Contoy, Quintana Roo). En cambio, ninguna cañada, caverna o siquiera la vega de algún río ha sido decretada como santuario –al menos no en el ámbito federal–, y no es, desde luego, porque nuestro país carezca de lugares que seguramente merecerían tal distinción (varios de los conspicuos cenotes de la península yucateca o el famoso “sótano de las golondrinas” en San Luis Potosí bastarían para ejemplificarlo). Las otras dos ANP mexicanas clasificadas por la Conanp como santuarios son bastante disímiles de esas primeras 16 no nada más por su mayor tamaño, ni por su definitiva ubicación mar adentro, sino sobre todo por lo que manifiestamente buscan proteger. Enseguida intentaré delinear algunos de los factores que han intervenido en la configuración de esa disimilitud. ![]() Jóven especímen de Fregata magnificens, una de las especies más abundantes de aves en la Isla Contoy
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c Los santuarios tortugueros
Una de las características más singulares de las tortugas marinas es que, si bien pasan la mayor parte de su ciclo de vida en el mar (en hábitats acuáticos que pueden abarcar desde unos dos mil kilómetros hasta distancias interoceánicas), las hembras acuden a desovar siempre al mismo sitio. Esta sorprendente fidelidad que les hace regresar a su playa de nacimiento para que a su vez sus descendientes nazcan en el mismo lugar es una condición para la reproducción de la especie, pero se ha convertido también en un riesgo muy grande para la supervivencia de los individuos, en especial si son hembras. Porque, desde tiempos inmemoriales, las poblaciones humanas ribereñas han utilizado a estos animales como fuente de alimento y de materias primas para la confección de herramientas, enseres, prendas de vestir o algún otro tipo de instrumentos. Mientras la caza de las tortugas y la recolección de sus huevos se realizaron en el marco de economías de subsistencia, las poblaciones de tortugas se mantuvieron estables. Pero hacia la mitad del siglo XX, la explotación comercial de la piel de tortuga y la fama de sus huevos como un manjar con poderes afrodisiacos provocaron la ruptura de ese viejo equilibrio y desde entonces la sobrevivencia de las varias especies de tortugas se ha visto fuertemente amenazada. ![]() Tortugas hembra arribando a su playa de nacimiento para desovar Debido a que México cuenta con extensos litorales que gozan de un clima adecuado para su reproducción, de las ocho especies de tortugas marinas que existen en el mundo, nuestro país recibe la arribazón de siete que llegan a desovar: caguama (Caretta caretta), lora (Lepidochelys kempii), verde del Atlántico (Chelonia mydas), verde del Pacífico o prieta (Chelonia agassizii), golfina (Lepidochelys olivacea), laúd (Dermochelys coriacea) y carey (Eretmochelys imbricata). Sin embargo, su reproducción no es fácil, porque si bien las tortugas hacen nidos playeros en los que ponen una gran cantidad de huevos, se calcula que solamente una de cada mil crías llega a la edad adulta. Las amenazas que se ciernen sobre las tortugas son muchas. En el siguiente recuento de ellas descartaré las que se pueden considerar de orden natural (como las enfermedades parasitarias, ser presa de fauna depredadora en mar o tierra, o sucumbir en catástrofes naturales como tormentas y huracanes),[2] aunque bien visto, las actividades humanas no sean para nada ajenas a la exacerbación de varias de ellas. Pero centrémonos mejor en las amenazas que son directamente provocadas por los seres humanos.
Es posible que la captura incidental de tortugas al efectuarse la labor de varias pesquerías (entre ellas la del camarón) sea un fenómeno que viene de mucho tiempo atrás, pero el incremento en la explotación de los recursos pesqueros en todos los mares del mundo sin duda provoca la captura y muerte de más tortugas. Sin embargo, en la lista que sigue enfocaré básicamente los factores de tipo antropogénico que constituyen graves peligros para las tortugas marinas cuando son más vulnerables, o sea, cuando siendo individuos adultos, crías o nonatos se hallan fuera de su medioambiente preferido:
En correspondencia con los compromisos internacionales adquiridos por nuestro país (como su adhesión a la UICN y la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres, conocida como CITES por sus siglas en inglés), el 31 de mayo de 1990 se decretó una veda permanente, en aguas nacionales, para la pesquería de todas las especies de tortuga marina. Once años después, nuestro país y otros 11 del continente americano suscribieron la Convención Interamericana para la Conservación y Protección de las Tortugas Marinas.[3] Además, el Código Penal Federal de México estipula que el consumo y venta de carne y huevos de tortuga es ilegal y, en caso de incumplimiento, establece una sanción de hasta nueve años de prisión, además de imponer multas para casos relacionados con el daño a las tortugas. Para recordar la trascendencia de la conservación de esta especie, desde el año 2000 se celebra el 23 de mayo el Día Internacional de las Tortugas Marinas, dedicado a la concientización sobre la importancia que revisten la protección y conservación de las diversas especies de este animal. El 5 de junio de 2018, el Ejecutivo Federal publicó un decreto cuyos cambios principales consisten en: precisar con mayor exactitud y detalle las dimensiones de los santuarios tortugueros (para lo cual se usó la tecnología digital no disponible anteriormente); establecer una mejor denominación para las ANP (así, por ejemplo, “la playa adyacente a la localidad denominada Río Lagartos”, a la que antes me referí, es ahora nada más Playa Ría Lagartos); definir más pormenorizadamente los objetivos de estos santuarios y proponer que su subzonificación se establecerá en los programas de manejo de cada uno (los cuales hasta el momento todavía no existen); asentar los roles de la Semarnat y Conanp en la administración de estas ANP y contar con la participación de la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente y las demás dependencias de la Administración Pública Federal competentes en las labores de inspección y vigilancia. En los 26 artículos (más cuatro transitorios) del nuevo decreto se expresan otras cuestiones más que no abordaré aquí, pues, en todo caso, lo que me parece más importante es que se refrenda la categoría de santuarios para las playas de anidación de las tortugas marinas y para otras especies de fauna y flora incluidas en la norma oficial mexicana denominada NOM-059-Semarnat-2001, que es la que enlista las especies en riesgo y sus categorías de protección, así como que los santuarios tortugueros incluidos en el decreto de 2018 comprenden en conjunto una superficie total de poco más de 6767 hectáreas. ![]() Carey (Eretmochelys imbricata) La tortuga marina, un ser mitológico La evolución de las actuales especies del orden de reptiles que se conoce como tortugas, quelonios o testudines ha tenido lugar a lo largo de más de 200 millones de años de la historia de nuestro planeta. Sus antecesores más remotos anduvieron primero sobre tierra; luego, por ahí de unos 100 millones de años después de su aparición, ya había unas que preferían estar en ambientes acuáticos; y poco después, entre 80 y 50 millones de años antes de nuestros días, otras más se adaptaron a vivir la mayor parte de su vida en el mar. Esa larga historia de evolución de las tortugas se refleja en la concepción más emblemática que los humanos tenemos de ellas: su gran longevidad. Y no sólo se trata de que a cada espécimen o individuo le reconozcamos la posibilidad de tener una vida biológica mucho más larga que la nuestra (por ejemplo, lo que afirma la Wikipedia),a sino que además la tortuga es fundamental entre los recuerdos más ancestrales de nuestra propia especie, el Homo sapiens, que se manifiestan en los conocimientos y creencias que ahora conceptualizamos como la mitología de las civilizaciones que nos han antecedido. ![]() La pared de la galería de Angkor Wat, en Camboya, con el bajorrelieve que muestra a Vishnu en el centro y su tortuga avatar Kurma abajo Así, en la famosa fábula de Esopo, los griegos del periodo clásico destacaban que la paciencia y la sabiduría de la tortuga eran más decisivos que la rapidez y la astucia de la liebre. Según los antiguos hindúes, el mundo estaba soportado sobre los lomos de cuatro inmensos elefantes, que a su vez estaban parados encima del caparazón de Kurma, la gran tortuga primigenia que dio origen a Vishnu, el dios principal del panteón hinduista. Para los antiguos japoneses, el paraíso de los bienaventurados también estaba sostenido por una tortuga. Este destacado papel de la tortuga en los mitos de la creación del mundo se repite en muchas culturas, entre las cuales las de los pueblos indios de América no son excepción. Desde el norte del continente, por ejemplo entre los mohawk y los cheyenes, hasta el cipactli de los aztecas, la tortuga se halla en la raíz del árbol de la vida o su caparazón es la base que sostiene al mundo y todo lo que en él vive. Los seris (autonombrados comcaac o konkáak),b pueblo originario de la costa y el desierto de Sonora, tienen un mito y un rito en los que la tortuga llamada caguama o de siete filos (por las placas escamosas que tiene su caparazón) juega un rol sobresaliente. El primero dice más o menos lo siguiente: Al principio, hace mucho tiempo, sólo existían el mar, el cielo y muchas clases de animales que habitaban en el agua. Como el mar era demasiado profundo, se reunieron en consejo todos los animales marinos y decidieron que tratarían de llegar al fondo para, después, llevar a la superficie algo de tierra. Uno a uno, los animales intentaron llegar al fondo. La ballena, el tiburón, el mero gigante, el delfín y hasta los pequeños peces. Pero ninguno podía llegar, hasta que le tocó su turno a la caguama macho. Luego que la tortuga se lanzó hacia el fondo, los demás animales esperaron su salida por muchos días y noches. Tuvo que pasar una luna entera, un mes, para que la caguama, exhausta, regresara. Había llegado al fondo y agarrado un puñado de arena, pero sólo traía unos pocos granos en las uñas, pues el resto se le había caído en el esfuerzo por emerger. De todos modos, gracias a su acción fue como la tierra pudo ser creada (Ortiz, 2007: 11). En homenaje al valeroso acto de la tortuga, la ritualidad konkáak prescribe que cuando los pescadores de este grupo étnico atrapan a una caguama de siete filos deben llevarla viva hasta su comunidad y organizarle una fiesta. Y durante cuatro días, celebrar con danzas de pascola y cantos que recuerden cómo el mundo fue creado gracias al valor y la perseverancia de la tortuga. Construir un corral con ramas de torote y mezquite para que el animal esté a la sombra. Pintarle la cabeza, las aletas y el caparazón trazando diseños mágicos que evoquen los poderes divinos y cubrirla con ramas de un arbusto llamado “árbol del elefante” (una planta sagrada, que consideran el primer árbol que existió en el mundo). La tradición indica que al finalizar la ceremonia, deben dejar que la caguama regrese al mar, pero si acaso muere durante la celebración, dejarla en la ramada hasta que se descomponga y limpiar y enterrar sus restos con gran ceremonial (algunas partes del animal, como el caparazón, son conservados por los pescadores, pues se les considera talismanes de gran poder). Es tabú comer la carne de estas tortugas, aunque los konkáak aseguran que sus ancestros sí la comían, pero debían hacerlo con los ojos cerrados o quedarían ciegos. En la actualidad este rito ya no se celebra casi nunca, porque, además de los costos que implica la fiesta (por los cuales los pescadores evitan atrapar caguamas), los konkáak son generalmente respetuosos de la veda federal sobre la caza de tortugas. ![]() Fiesta de la caguama
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c Un santuario insular
Puesto que los santuarios tortugueros se decretaron bajo la categoría que tratamos en este escrito antes de la gran reforma de 1996 a la Ley General del Equilibrio Ecológico y la Protección al Ambiente, es posible afirmar –como lo hace su programa de manejo– que el santuario que abordo a continuación sea el primero de su tipo en México.[4] Porque el decreto de creación del Santuario Islas La Pajarera, Cocinas, Mamut, Colorada, San Pedro, San Agustín, San Andrés y Negrita, y los islotes Los Anegados, Novillas, Mosca y Submarino fue publicado en el Diario Oficial de la Federación el 13 de junio de 2002 (esta ANP también es conocida con el nombre extraoficial de Santuario de las Islas de la Bahía de Chamela y por eso abreviaré el largo nombre oficial haciendo referencia a este otro como SIBC). La justificación para tal declaratoria es que en esta ANP están representados hábitats y especies de distribución restringida. Debido a su relevancia como ambientes singulares, al alto grado de preservación de sus paisajes naturales y la gran riqueza de especies de flora y fauna que contienen, las unidades insulares[5] que la conforman se consideran como rasgos que validan su caracterización como santuario. La Universidad Nacional Autónoma de México (a través de los institutos de Biología y Ecología y de la Estación de Biología en Chamela) y la Fundación Ecológica de Cuixmala A. C. realizaron los trabajos de investigación y promotoría previos a la declaratoria. Las islas del SIBC son lugares de anidación para un gran número de especies de aves marinas, entre ellas: pelícano café (Pelecanus occidentalis), bobo de patas amarillas (Sula leucogaster), bobo de patas azules (Sula nebouxii) y fragata común (Fregata magnificens); las garzas llamadas nocturna (Nycticorax nycticorax), de dedos dorados (Egretta thula) y cucharón (Cochlearius cochlearius); los garzones cenizo (Ardea herodias) y blanco (Ardea alba); pato pijije (Dendrocygna autumnalis); los ibis blanco (Eudocimus albus), oscuro (Plegadischihi) y espátula rosada (Platalea ajaja); los zopilotes comunes (Coragyps atratus) y el aura (Cathartes aura), entre otras más, algunas que habitan estacionalmente (migratorias) y otras que son residentes del área todo el año. En esta ANP también destacan especies de la clase de los reptiles. Al no existir –a excepción de los humanos– depredadores que los hagan sus presas, las poblaciones de iguana negra (Ctenosaura pectinata), iguana verde (Iguana iguana), lagartijas (Anolis nebulosus), culebras (Conophis vittatus) y de los pequeños lagartos denominados anolis son hasta diez veces más densas que el promedio registrado en tierra firme, y el tamaño de los especímenes isleños es asimismo mayor que el de los ejemplares continentales. Santuario Islas La Pajarera, Cocinas, Mamut, Colorada, San Pedro, ![]() No obstante, lo que resulta más excepcional y espectacular como fenómeno faunístico es la concentración de murciélagos insectívoros y nectarívoros que encuentran refugio nocturno en las grietas y pequeñas cuevas de las islas. Estos murciélagos cumplen una función de enorme importancia para los ecosistemas de toda la zona, pues son efectivos polinizadores y dispersores de semillas de muchas especies de plantas de la selva baja, además de que ayudan a controlar las poblaciones de insectos alimentándose de éstos.[6] Algunas especies insectívoras (como Pteronotus spp. o Mormoops megalophylla) forman congregaciones de unos 5000 individuos, en tanto que en las colonias de nectarívoros (como los Leptonycteris curasoae) se han registrado hasta 7000; así, cada noche, miles de murciélagos se desplazan al continente para alimentarse (a pesar de las grandes cantidades de estos mamíferos voladores, una de las especies, Leptonycteris curasoae, está enlistada como categoría de riesgo en la NOM-059-Semarnat-2001; esta especie, conocida en el lenguaje popular como murciélago magueyero, es una de las más activas en su interacción como polinizadora de agaves y cactus columnares, y extiende esta actividad por miles de kilómetros más allá de la región Chamela-Cuixmala, ya que anualmente estos magueyeros migran desde la costa jalisciense hasta zonas del noroeste de México y el suroeste de Estados Unidos en el desierto de Sonora). El SIBC cuenta con una zona de influencia marítima, por lo que la fauna marina es otro elemento de gran importancia. Una abundante variedad de especies coexisten en el hábitat acuático y desempeñan un papel crucial en la dinámica de los ecosistemas marino, terrestre e insular. En cuanto a los peces, la diversidad de la zona sobrepasa las cien especies: algunas se desarrollan en los arrecifes costeros, los fondos de arena o las zonas de piedras y vegetación; otras viven asociadas a las bocas de ríos y esteros; y otras más provienen de los ambientes pelágicos.[7] Sin ser plenamente reconocida como santuario tortuguero, en las aguas y playas de la bahía de Chamela (zona de influencia del SIBC) se ha registrado muchas veces la presencia y arribazón de tortugas golfina (la especie más abundante en la zona), verde, carey y laúd. Algunas especies de mamíferos marinos que también incursionan en las aguas de la bahía están, como las tortugas, enlistadas como especies protegidas en la NOM antes mencionada; las más emblemáticas son: los delfines comunes (Delphinus delphis), los delfines picudos (Stenella longirostris), las ballenas grises (Eschrichtius robustus) y las jorobadas (Megaptera novaeangliae).
En lo que respecta a la vegetación de la zona de influencia del santuario, se puede decir que es de índole eminentemente tropical y consta de nueve tipos diferentes: selva baja caducifolia, selva mediana subcaducifolia, matorral xerófilo, manglar, vegetación riparia (que son los tipos originales), más pastizales inducidos, acahuales, huizacheras y mimosales (que han sido introducidos por los humanos y forman parte de las áreas más perturbadas). Pero en las islas la vegetación es menos heterogénea, aunque se le puede agrupar en cuatro tipos generales (selva tropical caducifolia, matorral xerófilo de acantilados, vegetación de dunas costeras y vegetación acuática) que en cada isla o islote presentan variantes que forman comunidades vegetales únicas.[8] Se estima que la flora de la región de Chamela contiene alrededor de 1200 especies. Y aunque su composición en el SIBC no se ha estudiado en detalle, es claro que, por ejemplo, en la Pajarera y otras islas se encuentran concentraciones de cactus columnares que no son muy abundantes en la costa o que en la isla Cocinas, habitan principalmente cuachalalate (Amphipterygium sp) y el órgano (Pachycereus pecten-aboriginum), con ejemplares que alcanzan 10 metros de altura. Además de estas especies, también se encuentran arbustos (los más comunes son el iguanero o Caesalpinia eriostachys, el olivo de Colima o Forchhammeria pallida y el cuatecomate o Crescentia alata); hay bejuco prieto (Entada polystachia) y cola de iguana (Serjania mexicana), además de otro buen número de especies herbáceas y arbustivas. La Reserva de la Biosfera Chamela-Cuixmala fue establecida mediante un decreto publicado en el Diario Oficial de la Federación el 30 de diciembre de 1993; desde entonces fue evidente que el archipiélago que se encontraba en su zona de influencia también debía ser protegido. El Programa de Ordenamiento Ecológico de la Costa de Jalisco, publicado en 1999, fue otro antecedente para la creación del santuario. Además, hay otros motivos y distinciones que se asocian a la declaratoria del santuario; entre ellos, que la reserva forma parte de la región terrestre prioritaria para la conservación del medio natural denominada Chamela-Cabo Corrientes por parte de la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (Conabio); igualmente, esta instancia la considera una región hidrológica prioritaria (la número 24, llamada Cajón de Peñas-Chamela) y una región prioritaria marina (la número 26, Chamela-El Palmito). El SIBC fue incorporado en el año 2006 al Programa sobre el Hombre y la Biosfera (MaB, por sus siglas en inglés) de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), junto con otras ANP de la misma región.[9] ![]() En las islas La Pajarera y Cocinas se encuentran concentraciones de cactus columnares Desde la perspectiva paisajística, al igual que desde la educativa y recreacional, las islas son un símbolo de una región de la costa del Pacífico que conserva en muy buen estado su carácter de zona virgen, ya que dentro del Santuario de las Islas de la Bahía de Chamela no hay población humana con carácter permanente, aunque en la zona de influencia situada en tierra firme sí hay un contexto socioeconómico que incide de varias maneras en la viabilidad del santuario. Las actividades humanas más perturbadoras y dañinas para el medioambiente insular son el aprovechamiento extractivo de recursos naturales, la eliminación de la cobertura vegetal, la introducción de especies exóticas invasoras y la contaminación de agua, suelo y aire con basura, ruido y polución atmosférica. Hasta ahora, las mayores afectaciones de este tipo se dan en las islas Cocinas y Pajarera, donde existen pequeñas playas que son visitadas con regular frecuencia por el turismo que es atraído a la bahía. Si bien la tasa de visitantes es relativamente baja (entre 800 y 1000 anualmente), el hecho de que el desarrollo urbano y turístico no esté claramente regulado ha comenzado a generar fuertes presiones sobre los recursos naturales y la estabilidad de los procesos ecológicos de los ecosistemas en toda la zona de influencia del SIBC.[10] En la siguiente cita, el programa de manejo del santuario refleja con exactitud la problemática actual y lo que debe hacerse para enfrentarla: Un desarrollo urbano y turístico que no esté claramente regulado generará fuertes presiones sobre los recursos naturales y la estabilidad de los procesos ecológicos de los ecosistemas. De ahí la importancia de aplicar los instrumentos existentes en materia de ordenamiento ecológico, que proveen las bases para un desarrollo de una actividad turística más ordenada y con un claro principio de sustentabilidad. […] también es previsible una mayor demanda de espacios naturales para complementar la actividad turística, y en ese sentido será necesaria la consolidación de un sistema de áreas naturales protegidas que garanticen la conservación del patrimonio natural y el suministro de esos servicios ambientales, incluido el de recreación para los visitantes y habitantes de la región (Conanp, 2011: 46-47)
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c Un santuario marino
El 5 de junio de 2009, el Ejecutivo Federal decretó la creación de un área natural protegida bastante sui géneris; no sólo su nombre es un tanto extravagante, Ventilas Hidrotermales de la Cuenca de Guaymas y de la Dorsal del Pacífico Oriental, sino que también –y de manera más importante– resulta anómalo que se le haya dado la categoría de santuario y que el tamaño de su superficie sea mucho mayor que el que las otras ANP que tienen esta misma categoría. Este santuario está integrado por dos polígonos: el más norteño, que se conoce como Sector de Ventilas Hidrotermales de la Cuenca de Guaymas, abarca una superficie de 47 607 hectáreas; y el más sureño, conocido como Sector de Ventilas Hidrotermales 21° N, tiene una superficie de 97 957 hectáreas, localizadas al sur de Cabo San Lucas, en Baja California Sur. La distancia que separa los límites de ambos polígonos es de unos 720 kilómetros medidos en línea recta. Tal separación es algo que también confiere excepcionalidad a esta ANP. Además, por su relevancia ecológica, la Conabio ha clasificado esta área como región marina prioritaria (RMP). Debido a que el área protegida mediante el Santuario Ventilas Hidrotermales de la Cuenca de Guaymas y de la Dorsal del Pacífico Oriental es volumétrica, está en su totalidad conformada por el volumen comprendido entre los 500 metros bajo la superficie media del mar y el lecho submarino (lo cual la hace muy diferente a las áreas terrestres con sólo dos dimensiones), se determinó no hacer una zonificación del ANP, sino considerar toda su extensión como zona núcleo en la que se restringen fuertemente o se prohíben aprovechamientos y actividades que afecten los ecosistemas y sus recursos. Santuario Ventilas Hidrotermales de la Cuenca ![]() Son varios los criterios que el Programa de Manejo (Conanp, 2014) de esta ANP aduce como justificativos de su declaratoria como santuario:
Pero quizá la razón principal de la declaratoria haya sido brindar protección al singular ecosistema de las ventilas hidrotermales, que el Programa de Manejo del área ubica en “la columna de agua a partir de los 500 metros bajo la superficie del mar y hasta el lecho marino,[11] en las que existen complejos ecosistemas de fondo oceánico y donde habitan organismos que sobreviven en condiciones de altas temperaturas y presiones, así como altas concentraciones de metales pesados y nula iluminación, lo que les confiere un importante valor de uso biotecnológico potencial” (Conanp, 2014: 19). La investigación de ecosistemas basados en la quimiosíntesis del azufre a lo largo de 50 000 kilómetros del Sistema de las Dorsales en el océano Pacífico es bastante reciente, apenas unas tres décadas, pero el fenómeno ha suscitado ya un gran interés de cara al futuro. La Conanp reconoce que “falta tecnología a nivel nacional para su exploración e investigación” (2014: 16), pero su conservación es importante porque la zona donde están las ventilas representa sitios de transición entre provincias oceanográficas que contienen tipos de asociaciones bióticas con una gran riqueza de especies y donde la conjunción de varias corrientes marinas da origen a los llamados procesos de surgencia, mediante los cuales las aguas a mayor profundidad –ricas en nutrientes– ascienden a la superficie fertilizando el mar al acrecentar la productividad del fitoplancton, de manera que se hace más dinámica la cadena trófica. Por si esto fuera poco, la zona contiene importantes cantidades de “petróleo formado por una compleja mezcla de hidrocarburos alifáticos y aromáticos, producto de la alteración hidrotérmica de la materia orgánica sedimentada al paso de los fluidos hidrotermales a altas temperaturas” (2014: 25). La fauna de este santuario comprende unas 40 especies de invertebrados y pequeños organismos entre los cuales se presentan varios endemismos (varios tipos de almejas, gusanos y bacterias, por ejemplo); en cuanto a peces, hay 32 familias con 75 especies. Esas aguas y sus islas son hábitat de 16 especies de mamíferos marinos, 15 de ellas sujetas a protección especial por la NOM-059-Semarnat-2010, y otra, el lobo fino de Guadalupe (Arctocephalus townsendi), que está en peligro de extinción y sólo se encuentra en la isla Guadalupe y en el archipiélago de San Benito, por lo que se considera endémica de México.
Me parece que la siguiente cita de su programa de manejo puede cerrar bien la presentación de este santuario, porque nos habla de su gran biodiversidad y de las sugerentes posibilidades teóricas y prácticas asociadas a la investigación de ecosistemas que no se conocen bien y aún no han sido transformados por la acción antropogénica: Hoy en día, más de 500 nuevas especies de animales, de las cuales arriba del 80 por ciento son endémicas de las ventilas, han sido descritas en este medio ambiente […] Simbiosis muy evolucionadas y poco usuales entre los invertebrados y las bacterias quimiolítico-autótrofas son comunes en las ventilas, produciendo concentraciones de biomasa que rivalizan con los ecosistemas más productivos de la Tierra. La predominancia de microbios –quimioautotróficos e hipertermofílicos– en las aguas de las ventilas hidrotermales ha estimulado nuevas teorías sobre el origen de la vida en la Tierra; también ha provocado que los astrobiólogos tomen seriamente en consideración a la energía geotérmica como una fuente viable de energía para la biosíntesis y el mantenimiento de las formas de vida basadas en el carbono en otros mundos (Conanp, 2014: 32). Para finalizar este artículo, debo destacar que la noción de santuario se emplea también en referencia a otros sitios que no son los que aquí he abordado. Por ejemplo, el Santuario del Manatí, establecido en la bahía de Chetumal mediante un decreto expedido por el Gobierno del Estado de Quintana Roo en octubre de 1996 para la protección del manatí del Caribe o Trichechus manatus manatus (en 1998, el gobierno de Belice decretó a Corozal Bay como Santuario de Vida Silvestre; estas acciones protegieron toda la bahía, que es compartida por Belice y México y forma parte del hábitat de esa especie). O los llamados santuarios de la mariposa monarca, que en realidad son territorio de la reserva de la biosfera denominada igual que ese lepidóptero. O como cuando se habla descuidadamente del santuario de las golondrinas en el estado de San Luis Potosí, que más bien es un monumento natural decretado como tal por el gobierno de esa entidad. Pero estos y otros santuarios naturales no entran en la categoría homónima que utiliza el sistema federal de la Conanp y por ello quedan fuera del alcance de nuestro estudio sobre las áreas naturales protegidas de México. ♦
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c Referencias
DUDLEY, N. (editor) (2008). Directrices para la aplicación de las categorías de gestión de áreas protegidas. Gland [Suiza]: UICN [en línea]: <portals.iucn.org/library/efiles/documents/paps-016-es.pdf>. Ir al sitio CONANP, Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (2014). Programa de Manejo Santuario de las Ventilas Hidrotermales de la Cuenca de Guaymas y de la Dorsal del Pacífico Oriental [en línea]: <www.conanp.gob.mx/programademanejo/PMVentilasHidrotermales.pdf>. Ir al sitio ──(2012). Decreto que reforma, deroga y adiciona diversas disposiciones del decreto por el que se determinan como zonas de reserva y sitios de refugio para la protección, conservación, repoblación, desarrollo y control, de las diversas especies de tortuga marina, los lugares en que anida y desova dicha especie, publicado en el Diario Oficial de la Federación el 29 de octubre de 1986, para establecer las previsiones acorde a los santuarios de tortuga marina [en línea]: <www.conanp.gob.mx/anp/consulta/Proy.%20Decreto%20Santuarios%20Playas-UCAJ-DRCNANP%2018-oct-18.pdf>.Ir al sitio ─(2011). Programa de Manejo Islas La Pajarera, Cocinas, Mamut, Colorada, San Pedro, San Agustín, San Andrés y Negrita, y los islotes Los Anegados, Novillas, Mosca y Submarino situadas en la Bahía de Chamela, México [en línea]: <www.conanp.gob.mx/datos_abiertos/DGCD/104.pdf>.Ir al sitio ─— (s. f.). Áreas naturales protegidas decretadas [en línea]: <www.conanp.gob.mx/datos_abiertos/DGCD/104.pdf>.Ir al sitio ORTIZ, A. (2007). Konkáak, los del mar y la arena. México: Ediciones La Vasija-Correo del Maestro. TESTUDINES (s. f.). En: Wikipedia: <es.wikipedia.org/wiki/Testudines#Galería>. Ir al sitio Notas * Antropólogo. Ha laborado en el Instituto Nacional de Antropología e Historia, el Instituto Nacional Indigenista y el Instituto Nacional de Ecología. Para Correo del Maestro escribió las series “El fluir de la historia”, “Batallas históricas”, “Palabras, libros, historias”.
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c Créditos fotográficos
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