Inteligencia artificial,
¿FUTURO O PRESENTE?

Ana Orozco Aguayo[*]



A mediados de este siglo, con los avances exponenciales en la computación de las últimas décadas, la humanidad podría conseguir con la inteligencia artificial la capacidad de computación del cerebro humano. A lo largo de este artículo, exploraremosgrosso modo si esta profecía parece estarse cumpliendo.




c Inteligencia artificial, ¿futuro o presente?

Imaginemos un mundo en el que todas las labores mecánicas fueran ejecutadas por robots y todas las decisiones de los sistemas de transporte, bancarios, legales, médicos y muchos más fueran tomadas con el soporte de la inteligencia artificial. El trabajo manual estaría erradicado y las decisiones difíciles en la medicina, la ingeniería o la política pública serían tomadas por máquinas. Los transportes –automóviles, metro, aviones, buques de carga– serían manejados o piloteados por robots y sistemas expertos. También la logística para distribuir productos desde todos los puntos del planeta sería resuelta por estos mismos sistemas.

Puede parecer sorprendente, pero muchos de estos avances del “mundo del futuro” son reales hoy. Basta echar una ojeada a los edificios inteligentes equipados con sensores electrónicos que encienden o apagan luces, abren o cierran cerraduras, mandan mensajes de emergencia a la policía, solicitan servicios a los proveedores cuando un recurso falta, entre otros avances. Existen también los sistemas de irrigación inteligentes que se activan cuando los sensores en los jardines o en los cultivos indican que es necesario. Muchas empresas han incluido inteligencia artificial para filtrar las demandas o quejas de los clientes que se comunican por internet y dialogan en un chat para encontrar la solución a sus problemas de compra. Las famosas cookies de las computadoras fueron inventadas para que los motores de búsqueda sepan por qué páginas web navegamos. Por no hablar del GPS, desarrollado desde los años sesenta y cuyas siglas significan General-purpose Problem Solver (solucionador de problemas de propósito general) (Badaró, Ibañez y Agüero, 2013: 352), que localiza lugares y personas y sugiere las mejores rutas para llegar de un punto a otro. Recientemente se ha comercializado un traductor instantáneo con reconocimiento de voz que traduce de un idioma a cualquier otro.

En el siglo XXI, es una realidad que los diagnósticos médicos son asistidos, si no completamente efectuados, por la inteligencia artificial; y las decisiones financieras de inversiones en muchos casos son realizadas de manera exclusiva por máquinas.

Prenda usted su correo electrónico y recibirá quién sabe de dónde anuncios para comprar autos, boletos de avión, artículos médicos o cualquier otra cosa que haya solicitado antes por internet. O ingrese a un servicio de videos y películas, y el sistema le sugerirá ver otra que coincide 95 por ciento con las que ha elegido anteriormente. ¿Quién lleva a cabo todas estas operaciones? La respuesta hay que buscarla en la computación, que ha abierto el campo de la inteligencia artificial: “Sin necesariamente saberlo, cualquiera que use internet hoy ya está interactuando con alguna forma de automatización de IA [inteligencia artificial]” (Internet Health Report 2019: 7).

En 2005, Ray Kurzweil publicó el libro La singularidad está cerca. Cuando los humanos transcendamos la biología, en cuyo prólogo predijo que para la primera mitad del siglo XXI las computadoras y la cognición humana podrían unirse en una sola cosa.

Hacia finales de esta década (la primera del siglo XXI) tendremos el hardware necesario para emular la inteligencia humana con superordenadores y lo mismo ocurrirá con los del tamaño de PCs hacia el final de la década siguiente. Tendremos efectivos modelos de software de la inteligencia humana hacia mediados de la década de 2020 (Kurzweil, 2005).


Raymond Kurzweil, experto
tecnólogo de sistemas y de
inteligencia artificial

c ¿Son equiparables la inteligencia artificial y la inteligencia humana?

Desde el inicio de la computación, los desarrolladores de sistemas han tenido el objetivo de crear computadoras que puedan pensar como los humanos hasta el grado que sea posible afirmar que tienen inteligencia artificial. Una vertiente de estos desarrollos pretende que las computadoras puedan conversar con los humanos al recibir inputs de ellos y poder responder con un output adecuado. Como ejemplo, encontramos el lenguaje creado por el doctor Richard Wallace y que se conoce por las siglas AIML (Artificial Intelligence Mark-up Language o lenguaje de marcado de inteligencia artificial). En la patente de los Estados Unidos de julio de 2011, se dice que el método implica formular metacategorías relacionando uno o más atributos con una pluralidad de plantillas de respuesta. La computadora selecciona una plantilla de respuesta adecuada que corresponda con la metacategoría.

Ejemplo de interacción entre un usuario y Alexa[**] comercial:

—Alexa, dime cuántas personas han muerto de coronavirus en la Ciudad de Nueva York.

—La pandemia del Covid-19 en las Américas reporta al 17 de junio de 2020 un aumento de
115 527 casos adicionales y 3436 muertes en las últimas 24 horas, lo que representa un aumento relativo del 3 por ciento en los casos y un aumento relativo del 2 por ciento en las muertes, en comparación con el día anterior. Hasta hoy ha habido 115 980 muertes en los Estados Unidos y 2 098 106 casos de contagio (página de la Organización Mundial de la Salud, 17 de junio 2020).

Como se puede observar en la transcripción real de un diálogo con Alexa, la computadora buscó datos para responder a la pregunta en una de las metacategorías (muertes en la Ciudad de Nueva York como parte de las muertes en las Américas y específicamente en los Estados Unidos).

Sin embargo, entre la inteligencia humana y la inteligencia artificial hay muchas diferencias, la principal de ellas es que la inteligencia humana tiene un sustrato biológico y la inteligencia artificial tiene un sustrato computacional, por lo que, para esta última, el término inteligencia sólo puede utilizarse en un sentido analógico, aun así se desarrollen “modelos computacionales de funciones mentales” (McDermott, 2006: 1230).

Las máquinas pueden resolver problemas más rápido que los seres humanos, pero todavía es muy acotado o específico el dominio de su aplicación. En el cerebro de la computadora existe solamente lo que se ha alimentado a su sistema; en cambio, en el cerebro humano, las ideas cambian constantemente con la recepción de estímulos del exterior, de las emociones y de las propias secreciones glandulares: “Cada hormona del torrente sanguíneo actúa sobre la glándula que la secretó, así como en la hipófisis, el hipotálamo y otros sectores del cerebro” (Damasio, 2006: 145).

Se dice también que las computadoras no trabajan bajo fatiga, ni se distraen, ¡todavía no son tan humanas!

c Dos vertientes de la inteligencia artificial: los sistemas expertos y la robótica

El famoso ajedrecista Gari Kaspárov fue derrotado en una partida de ajedrez por una computadora en 1997 (Kurzweil, 2005: 3). De entonces a la fecha, ha habido una carrera para ampliar la inteligencia artificial a todos los campos posibles. En los últimos treinta años se han diferenciado dos campos de desarrollo de la inteligencia artificial, que no deben considerarse como únicos: los sistemas expertos y la robótica, aunque comparten tecnología: los algoritmos.

En sentido amplio, un algoritmo es un procedimiento preciso que permite resolver un problema. El procedimiento es unas secuencia finita de instrucciones adecuadas al dispositivo que resolverá el problema (Guerequeta y Vallecillo, 2019: 1). Es fácil reconocer un algoritmo cuando pensamos en los pasos que teníamos que realizar para resolver una ecuación cuando estudiábamos la secundaria. Existen muchas técnicas de diseño de algoritmos: algoritmos ávidos, programación dinámica o vuelta atrás (backtracking), por mencionar algunas.

Un algoritmo puede definir en cuántos movimientos mínimos se resuelve una partida de ajedrez, coordinar idas y venidas de trenes, efectuar el reconocimiento facial para comprobar la identidad de las personas que utilizan un sistema, optimizar los tiempos de entrega con un mínimo de penalizaciones, por ejemplo.[1]

El algoritmo RETE es uno de los más populares como algoritmo de emparejamiento, cuya función es comparar una larga colección de patrones con una larga colección de objetos, de modo que encuentre todos los objetos que coincidan con cada patrón. Creado por Charles Forgy en 1982, consta de una red de nodos acíclico, que se explica de la siguiente manera:

La red rete consta de dos partes: una red alfa y una red beta. La red alfa contiene nodos llamados nodos alfa, donde cada uno de los nodos alfa tiene una entrada donde define los elementos y la red beta contiene nodos llamados nodos beta, donde cada uno de los nodos beta tiene solo dos entradas donde define la condición. Todo comienza en el nodo raíz por el cual todos los objetos entran a la red y desde aquí van a un nodo llamado “nodo de tipo de objeto”. Los nodos alfa son creados por cada patrón y asociados a su correspondiente tipo de objeto.

Cada nodo alfa es asociado con una memoria de conocimiento y se usa para recordar hechos encontrados. Los nodos alfa son unidos en nodos beta. Puede darse que si hay tres nodos alfa, los primeros dos nodos alfa se unirán en un nodo beta y luego la salida de ese nodo beta con el tercer nodo alfa se unieron para formar otro nodo beta. Por último los nodos beta determinan el posible cruzamiento para una regla y finalmente la acción de la regla se ejecuta (Badaró et al., 2013: 356-357).

En síntesis, se puede decir que los algoritmos son el lenguaje de la inteligencia artificial.


En 1996, el campeón mundial de ajedrez Gari Kaspárov venció a la supercomputadora IBM “Deep Blue”, ganando una partida de seis juegos en Filadelfia (sin embargo, Kaspárov
perdió ante Deep Blue en una revancha en 1997)



Sistemas expertos

Los sistemas expertos utilizan el conocimiento humano capturado en una computadora para resolver problemas que normalmente requieren de expertos humanos en un área específica de habilidad llamada dominio. En la actualidad, los sistemas expertos pueden considerarse como un subconjunto de la inteligencia artificial de amplia utilización (Badaró et al., 2013: 351).

El sistema experto define los pasos necesarios (algoritmo) para cambiar un estado inicial dado a una meta deseada. Arriba dijimos que el GPS es un sistema experto, porque cumple con estas condiciones: un set de operaciones (algoritmo), precondiciones, y postcondiciones.

Este sistema intenta reducir las diferencias entre el estado inicial y la meta. Para ello requiere de un subsistema de adquisición de conocimiento y un subsistema de justificación (a fin de controlar los pasos para resolver el problema cuando se realiza una consulta).

Un esquema de los sistemas expertos incluye los elementos de la siguiente figura:


Tomado de Badaró et al., 2013: 355.


Los sistemas expertos son programas computacionales de propósito específico que toman en consideración tres factores:

  1. Dada su complejidad, se requiere una cantidad considerable de conocimiento sobre el área del problema.

  2. Los expertos humanos son necesarios para alimentar el sistema de conocimiento experto.

  3. Se requiere actualizar constantemente un sistema experto con nueva información sobre cierto dominio.

El primer sistema experto de uso específico proviene de los años noventa y se llamó Dendral. Tuvo éxito durante una década entre químicos y biólogos porque ayudaba a comprender cómo son ciertas estructuras moleculares. Otro sistema experto aun anterior fue el llamado Caduceus, de uso médico, que ayudaba a realizar diagnósticos sobre enfermedades infecciosas en la sangre (Badaró et al., 2013: 353).

Los sistemas expertos se han utilizado con éxito en otros muchos campos como el de las finanzas, la contabilidad, la planificación, el transporte, los avalúos, la criminalística. Un sistema experto de reconocimiento de patrones es usado para analizar electrocardiogramas y diagnosticar problemas cardiacos. Y en su avance, el campo de la inteligencia artificial requiere una conjunción de ciencias matemáticas, computacionales y de la ciencia cognitiva, entre otras ciencias. Su desarrollo también ha dependido de la incorporación de otras tecnologías como la minería de datos, las redes bayesianas o los lenguajes computacionales como el Prolog (programación lógica) que han superado por mucho los lenguajes computacionales usados en los años setenta, como Fortran y Basic, y cuya explicación rebasa las limitaciones de este artículo.


Robótica

Quizás el área más llamativa de la inteligencia artificial es la llamada robótica, cuya meta es diseñar robots que tengan una inteligencia superior a la humana, aunque basada en ésta. Tal ambición ha sido un tema recurrente en las películas de ciencia ficción donde los humanos/robots no son distinguibles de los humanos, en sus movimientos, en su habla e incluso en su expresión emocional.

Los robots han sido definidos como máquinas con capacidad de realizar funciones típicamente ejecutadas por humanos. Podemos ejemplificar el campo de la robótica con el “robot chef” y el “robot músico”, programados minuciosamente y que quizás algún día se integren a nuestras vidas (Villalba, 2016: 142). Con esta aspiración, Alan Turing formuló en 1950 la “prueba de Turing”, un experimento en que una persona tenía que detectar si los mensajes escritos recibidos desde una terminal eran formulados por una persona o por una máquina. Si las personas no podían distinguir entre los mensajes enviados por otras personas y los enviados por una computadora, ésta pasaba la prueba de Turing.[2]

No obstante todos estos avances, la brecha entre la ficción y la realidad aún es bastante grande. Drew McDermott, doctor en Ciencias Cognitivas de la Universidad de Yale, explica que la ambición de crear robots con capacidades superiores a las de los humanos está lejos de realizarse. Y en su crítica al libro de Kurzweil expresa que, aunque el cerebro se puede comparar con una computadora, en el sentido de que el cerebro toma decisiones de forma similar a como lo haría ésta, aun la más potente computadora sólo es experta en un campo muy acotado de la resolución de problemas a los que se enfrenta un humano. Hasta ahora, dice McDermott, esta área de la tecnología ha tenido éxitos, no despreciables por cierto, en lo que los expertos llaman inteligencia artificial angosta o acotada. Pero para crear un robot que piense y actúe como un humano, con una inteligencia más desarrollada y amplia, necesitaríamos saber más sobre cómo computa una neurona, es decir, cómo realiza sus operaciones y crea nuevas sinapsis (McDermott, D. 2006: 1230). Para McDermott, no se puede simplemente decir que el cerebro utilice algo parecido a un software.


Exposición de inteligencia artificial y robots en la Fundación Telefónica en Madrid, España, 2018


Diferentes regiones del cerebro han sido escaneadas, de modo que ahora sabemos que algunas zonas de este órgano, el más desarrollado de entre los sistemas nerviosos de todos los primates, están relacionadas con algunas funciones mentales, tales como la percepción visual o el procesamiento de las emociones. Entre las técnicas avanzadas de estudio del cerebro, se encuentran la resonancia magnética funcional (RMF) y la tomografía de emisión positrónica (TEP), utilizadas entre otros fines para estudiar el recuerdo de imágenes visuales (Damasio, 2006: 126). Gracias a todo ello, hasta ahora sabemos que los sistemas y circuitos del cerebro llevan a cabo operaciones que dependen de las conexiones entre neuronas y de la robustez de las sinapsis que constituyen dichas conexiones. Pero ¿cómo se establecen las pautas de conexión entre neuronas? ¿Estas conexiones duran para toda la vida? Son preguntas que la neurociencia todavía no ha contestado (Damasio, 2006: 133-134).


Tomografía de emisión positrónica (TEP)


Finalmente, hay un problema más que la robótica aspira a resolver: el problema de la conciencia del ser humano. La mente humana es consciente de que piensa. ¿Será que, cuando podamos desarrollar computadoras que tengan esta característica, el sueño del humano/máquina se realice?

c Referencias

BADARÓ, S., L. J. Ibañez, y M. J. Agüero (2013). Sistemas expertos: fundamentos, metodologías y aplicaciones. En: Ciencia y Tecnología, núm. 13, pp. 349-363 [en línea]: <www.palermo.edu/ingenieria/investigacion-desarrollo/revista-ciencia-tecnologia/edicion-13.html>. Ir al sitio

DAMASIO, A. R. (2006). El error de Descartes. La emoción, la razón y el cerebro humano. Barcelona: Crítica.

GUEREQUETA, R., y A. Vallecillo (2019). Técnicas de diseño de algoritmos. Málaga: Universidad de Málaga.

INTERNET Health Report 2019 [en línea]: <internethealthreport.org/2019/?lang=es>. Ir al sitio

KURZWEIL, R. (2005). La singularidad está cerca: cuando los humanos transcendamos la biología. Berlín: Lola Books GbR [en línea]: <books.google.com.mx/books?hl=es&lr=&id=APt4DwAAQBAJ&oi=fnd&pg=PT4&dq=kurzweil&ots=K06HW8oW91&sig=pkl733n3O0CfB5umJPfIe7MUUWo&redir_esc=y#v=onepage&q=kurzweil&f=false>. Ir al sitio

MCDERMOTT, D. (2006). Kurzweil’s argument for the success of AI. En: Artificial Intelligence, vol. 170, núm. 18, pp. 1227-1233. Disponible en: <reader.elsevier.com/reader/sd/pii/S0004370206000877?token=BB94318590BEA67C501A9FC7D8EA7B033BBC905786A6CBE2B8D2740908FA8B4AB5F4463645B1C495207D3D49E6E0F111>. Ir al sitio

VILLALBA, J. A. (2016). Problemas bioéticos emergentes de la inteligencia artificial. En: Diversitas. Perspectivas en psicología, vol. 12, núm. 1, pp. 137-147 [en línea]: <revistas.usantotomas.edu.co/index.php/diversitas/article/view/2839/2716>. Ir al sitio

Notas

* Licenciada en Pedagogía y maestra en Educación (tecnología educativa). Diseñadora instruccional de cursos en línea para universidades.
** Alexa es una herramienta de asistencia virtual que responde a la voz humana [N. de la E.].

  1. Para profundizar sobre las técnicas de diseño de algoritmos, recomendamos la lectura de Técnicas de diseño de algoritmos, de R. Guerequeta y A. Vallecillo (2019).
  2. Para saber más sobre esta prueba, véase el video La prueba de Turing: ¿Máquina o ser humano? - Viernes de Morsa en el siguiente enlace: <www.youtube.com/watch?v=0w0qOxgp6xM>. Ir al sitio
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CORREO del MAESTRO • núm. 294 • Noviembre 2020