Idea de juramento PARA LA COMUNIDAD PEDAGÓGICA MEXICANA Pólux Alfredo García Cerda[*] ![]() En 2018, publiqué en estas páginas los prolegómenos para diseñar un discurso argumentativo con fines deliberativos.[1] En esta ocasión, retomo la idea del juramento pedagógico y doy paso a su elaboración. Para el diseño, empleo algunas indicaciones de la diplomática y la retórica, pero los materiales provendrán de la historia de la pedagogía, pues sólo desde este campo puede surgir un símbolo de identificación profesional. La función del juramento no será imponer una visión del ethos pedagógico, sino dilucidar un campo de reflexión para problematizar la desmemoria de la comunidad.
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c Introducción
—… Pero que no olvide tu marido que ésa es la Hace tres años se presentaron los primeros argumentos a la comunidad pedagógica nacional para convencerla de crear un discurso que ayudara a erradicar la desmemoria en nuestra profesión. Hasta ahora la publicación no ha sido respondida, por lo que ignoramos su recepción. Sobre la ausencia de juicios confirmatorios o refutatorios del juramento propuesto, indicamos tres razones: 1) la propuesta carece de solidez argumentativa, su pretensión de problematización es difusa o no tiene claridad conceptual, 2) la propuesta, aunque perfectible, no tuvo eco en una comunidad epistémica porque la juzgó socialmente irrelevante, y 3) la comunidad esperaba un producto para evaluar conceptual y ontológicamente, tal que los prolegómenos debieron mostrar también una propuesta de juramento sin más. Las primeras dos razones no se pueden corroborar en este espacio, pero la tercera exige una contrastación empírica razonable. Por ende, presentamos algunas líneas que pretenden tener significatividad para la comunidad. Se partirá de la idea de juramento, no como código de ética profesional, sino como espacio discursivo de autentificación profesional que busca huir de los acríticos y ahistóricos intentos en la materia como pedagogiamilennial.com que propone equívocamente el caduceo o la lechuza como símbolos pedagógicos. Algo así ocurre con el 26 de junio, supuesto Día del Pedagogo, que nadie sabe por qué se conmemora en esa fecha.[2] Más allá de la unívoca imposición de símbolos y la equívoca apertura a todos, el juramento intenta prefigurar un espacio deliberativo ante problemas como la carencia de símbolos propios, la incomunicación profesional o la limitada valoración de la teoría pedagógica en México. Entenderemos símbolo como un signo que contiene significados varios, tal que la captación de su sentido procede de una interpretación equilibrada que trasciende la literalidad y accede a la alegoricidad (Beuchot, 2008, p. 139). En disciplinas científicas y humanísticas, los símbolos pueden ser diversos: desde autores a objetos materiales e inmateriales; por ejemplo, Pierre Bourdieu en Sociología, el juramento hipocrático para el personal médico, el signo en los estudios psicológicos recientes, o la pantalla de un dispositivo móvil en la educación pandémica. Pero, en pedagogía, ¿qué símbolos dan cuenta de pertenencia y sentido comunitario? La exposición de razones (primer nivel de problematización) se abordó en un artículo previo, por ende, iremos al diseño en espera de generar un diálogo. En este nivel se tomarán elementos conocidos en diplomacia como caracteres intrínsecos de un documento: protocolo inicial (invocación, destinatario y fórmulas de cortesía), cuerpo (preámbulo, notificación, exposición y corroboración) y escatocolo (saludo protocolario y validación) (Salamanca, 2012, p. 99). De antemano, el juramento será un documento escrito por dos razones: “para asegurar su conservación para el presente y el futuro y/o para que eventualmente sea releído tanto por quien lo escribió y sus contemporáneos como por quienes vengan después” (Petrucci, 2001, p. 105). Las decisiones tomadas en el documento no necesariamente deberán extenderse a toda la comunidad pedagógica mexicana, pues ella tiene variados orígenes institucionales y tradiciones. Si bien la propuesta apela a la deliberación comunitaria, los tres elementos se relacionan retóricamente con una división discursiva clásica en cuatro secciones: exordio, narración, argumentación y epílogo (Quintiliano, 1887, IV, pp. 1-3). Luego, el exordio se incluirá en el protocolo inicial; la narración y argumentación, en el cuerpo; y el epílogo, en el escatocolo. El producto final responderá a la historia del Colegio de Pedagogía de la UNAM (Moreno y de los Arcos, 1993, p. 107), primer espacio que impartió estudios pedagógicos recientes en México y graduó pedagogos. Luego de publicarse, toda institución que imparta estudios pedagógicos es libre de adoptarlo o adaptarlo. Si normalistas y científicos de la educación crean otro discurso, estaríamos también satisfechos, porque contribuirían a evitar la proliferación de escueleros, esos pedagogos que han sobrevivido de hacerle la última droga que se le hace al diablo. ![]() El Colegio de Pedagogía inició sus actividades en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, el 11 de abril de 1955
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c Sobre el contenido inicial
Ofrecerse uno mismo a jurar sin la condición de que De manera voluntaria, cada miembro puede tomar, modificar o dejar pasar este juramento, pues sería absurdo imponer un solo estilo de vida pedagógica. Pero el exceso de experiencias profesionales ha favorecido su disolución, y han llegado a introducirse estilos que, en lugar de unir a la comunidad en torno a objetivos comunes, la disgregan. El presente discurso parte de una toma de conciencia sobre el ethos, entendido como “conjunto de procesos identitarios a través de los cuales se van educando las personas para ser como son” (García Casanova, 2021, p. 253), ya sea para pensar, apreciar, concebir, juzgar, creer o para actuar como lo hacen. En el exordio aludiremos a figuras significativas por jurar. Generalmente, en la Antigüedad clásica se apelaba a autoridades divinas que podían interceder por los jurantes. Las menciones de Zeus o Pólux eran comunes; abusar de éste podía ser contraproducente, por lo que tener a los dioses de su lado parecía asegurar una faena difícil. El caso de Odiseo es ejemplar, porque su tacto fue crucial para llegar a su amada Penélope: “Con todo, te haré un juramento. Hoy, Zeus lo sepa primero, el supremo y mejor de los dioses, y el hogar del intachable Odiseo, al cual he llegado: ciertamente todo esto se te ha de cumplir como digo. Durante este mismo año, aquí va a venir Odiseo, cuando termine esta luna, y la nueva comience” (Homero, Odisea, XIX, 303-307). Pero no juraban así; por ejemplo, Sócrates juraba por el perro, tal vez para no jurar en vano (Platón, La república, III, 399e). En cuanto a nuestro juramento pedagógico, se podrían retomar símbolos de prudencia, sensatez y tacto, virtudes deseables de alcanzar comunitariamente. Siendo de origen griego el vocablo pedagogía, se puede apelar a Palas Atenea, la prudentísima hija de Zeus, y de mente retorcida como Crono. Cuando su fuego fue dado a los humanos, la ciencia, la técnica y las artes los salvaron (Platón, Diálogos 1, 321d). Antes de que la pedagogía fuera una disciplina, el pedagogo fungía como formador moral, honor que podía tener un ayo de confianza para la familia; en el principio fueron los míticos Quirón y Fénix, pedagogos de héroes como Odiseo y Aquiles (Platón, La república, 390e; Plutarco, Sobre la educación…, 7). Si se concede una remota semejanza entre nuestras dos grandes raíces pedagógicas, la grecolatina y la mesoamericana, diríamos que paideia era para los griegos, y humanitas para los romanos, lo que ixtlamachiliztli y tlacahuapahualiztli fueron para los antiguos nahuas. Por analogía, los antiguos nahuas tuvieron en los tlamatinime una figura equiparable en prudencia para formar rostros sabios y corazones firmes (León-Portilla, 2017, p. 227). Sin duda, nuestros sabios nahuas son figuras por las que se podría jurar. ![]() Para la antigua cultura nahua, los tlamatinime eran el equivalente a los filósofos, también eran poetas, y maestros en el calmécac / Códice Mendoza Las figuras de estas tradiciones opuestas se entrelazaron históricamente en México, aunque no fueron las únicas. Por un lado, cuando ambas figuras se cruzaron, pujaba con fuerza el humanismo renacentista de Gargantúa, obra en la que un pedagogo purgó con veneno al joven gigante (Rabelais, p. 62). Por otro lado, en el relato “El maestro de escuela. Confesiones de un pedagogo”, se satirizó a un director lancasteriano experto en la palmeta y el arte de “la letra con sangre entra” (Frías y Soto et al., 1997, p. 119). Ambos pedagogos imaginarios, Ponócrates y Perfecto Verdugo, podrían jurarse como ejemplo y contraejemplo de prudencia. En la línea de estudiosos de ideales de formación, tenemos una gama de autores. Por ahora, optamos por referentes clásicos que entendemos como autores de transición y ejemplos de pensamiento ante una crisis cultural: 1) Plutarco (La educación de los niños), 2) Juana Inés de la Cruz (“Respuesta a sor Filotea”), 3) Mary Wollstonecraft (La educación de las hijas), 4) Immanuel Kant (Sobre pedagogía), 5) Eugenio Hostos (Ciencia de la pedagogía), 6) Carlos Carrillo (Artículos pedagógicos), 7) Luis Ruiz (Tratado elemental de pedagogía), 8) Laura Méndez de Cuenca (“De la palmeta al kindergarten”), 9) Gabriela Mistral (“Pensamientos pedagógicos”) y 10) Lorenzo Luzuriaga (Pedagogía). Esta selección reúne ideas pedagógicas científicas y literarias que cada quien pensó para formar estudiosos de la educación como ellos. Tal listado no pretende ser único ni exhaustivo, pues el jurante puede incluir o excluir autores como Platón, Isócrates, Quintiliano, Clemente de Alejandría, Comenio, Juan Luis Vives, Jean-Jacques Rousseau, Johann Pestalozzi, Friedrich Herbart, Simón Rodríguez, Flora Tristán, Manuel Flores, Wilhelm Dilthey, María Montessori, Ezequiel Chávez, Nadezhda Krupskaia, Juan Roura-Parella, Estefanía Castañeda, Carlos Vaz Ferreira, Clotilde Guillén, José Vasconcelos, Olga Cossettini, Jesualdo Sosa y un largo etcétera de clásicos mexicanos, latinoamericanos y mundiales. Lo importante será tomar a los clásicos como referentes de una forma de vida profesional prudente y cabal. ![]() Plutarco y Juana Inés de la Cruz, referentes clásicos en la línea de estudiosos de ideales de formación
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c Sobre el cuerpo del juramento
Resta indicar los hábitos que se desea encauzar para alcanzar nuestra meta. Siendo la honradez una cualidad imprescindible y compatible con la prudencia, los testigos son figuras de ayer y hoy a los que el jurante más respeta por haberlo iniciado en la comunidad, es decir, autores clásicos y profesores e investigadores. Basándonos en la idea de lenguaje pedagógico de Enrique Moreno y de los Arcos (1986, pp. 1-10), en el juramento se indicaría la función más relevante que la comunidad ha de atender: iniciar a futuros miembros en el saber clásico, cuidando que no se transmita unívoca ni equívocamente. La transmisión en vocablos clásicos, como plan de estudios y didáctica, fungirá como mecanismo para cuidarse de los propagadores de los grandes problemas educativos: adoctrinamiento, domesticación, charlatanería y pedantería (García Cerda, 2021, p. 44). Todos nacidos del autoritarismo, éstos son diábolos para la comunidad, porque sólo buscan separarla y extinguirla: El símbolo era como el hilo de Ariadna en medio del laberinto: para encontrar la salida, para ir a algún destino. El símbolo, pues, congregaba a la gente, la hacía reconocerse, la reunía (lo opuesto de símbolo es diábolo, que es desunión, desencuentro y extravío). El símbolo tiene una naturaleza apta para ser clave, indicación de sentido, de dirección a donde ir (Beuchot, 2008, p. 143). Acto seguido, se puede señalar un ángulo que dé sentido histórico a la pedagogía, según sus tradiciones constitutivas: la formación de virtudes. Siendo la prudencia una virtud, desde Atenea hasta Luzuriaga, desde el ayo manumitido hasta el especialista universitario, se pueden rastrear las manifestaciones de un ideal polimorfo pero consistente, conciliador de extremos y antorcha de sabiduría ante las tempestades sociales. Esta perspectiva ha consistido históricamente: […] en la formación del juicio y de un juicio equilibrado, proporcional, a la vez abierto y riguroso, mesurado y sagaz, que es el que podía orientar en la vida moral y política. […] En ello se centraba la educación y, por lo mismo, el cometido o finalidad de la pedagogía. Así, lo que la pedagogía hace es algo que ya ha sido visto desde antiguo, a saber, orientar, guiar y encauzar la misma intencionalidad que tiene el hombre. No impone ni deja al azar, dirige […] su intencionalidad, tanto cognoscitiva como volitiva (Beuchot, 2012, pp. 11-12). Para la hermenéutica analógica, pedagogía es sinónimo de filosofía de la educación. Ambas disciplinas construyen saberes interconectados, pero no es la filosofía de la educación sino la didáctica, el núcleo disciplinar de la pedagogía. La teoría de los modelos escolar versus artesanal (Moreno y de los Arcos, 1999) sigue el principio de educabilidad del que se deriva su campo laboral actual: diseño de planes y programas de estudio, investigación pedagógica, docencia universitaria, orientación educativa, evaluación docente y/o estudiantil, creación de materiales didácticos, capacitación, consultorías, dirección de centros educativos, análisis de políticas educativas, edición de textos, etcétera. En todos estos espacios, la comunidad pedagógica se concibe como profesional de la educación e ícono de la formación en virtudes como la más significativa acción cultural. A la prudencia se pueden vincular otras virtudes como la justicia y la sensatez, tan necesarias para combatir el autoritarismo. Y no menos importante es la distinción entre pedagogo y normalista, que sitúa a ambos como figuras de relevancia social similar pero cuyo campo se configura histórica y epistemológicamente de manera diferente.
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c Sobre el contenido final
Se eligió la flor En el último apartado del juramento debemos elegir vocablos que iluminen la disyuntiva entre el ancho camino del pseudopedagogo (adoctrinador, domesticador, charlatán y pedante) y el angosto del pedagogo auténtico, comprometido con la unión comunitaria, el estudio interdisciplinario y la resolución crítica de problemas educativos. La disyuntiva conlleva una responsabilidad entre novicios e iniciados por elegir un camino de virtudes, si bien este tipo de formación no tiene certeza total de su posesión ni receta alguna. Para recordarnos que la profesión ha de tener como fin la felicidad mutua, hemos elegido dos símbolos de unión en una memoria abierta: la flor de eléboro y la palabra sabia. El primero sirvió, como veneno doctamente aplicado, para olvidar el adoctrinamiento de charlatanes y pedantes en Gargantúa. El segundo proviene de la oralidad mesoamericana, fuente de prudencia, contenedora de visiones de mundo y dadora de vida del calmécac y el telpochcalli (por eso fue tan reconocida en humanistas como fray Diego Durán o Xavier Clavijero). Esta elección da cuenta del mestizaje analógico del que nació nuestra comunidad profesional, lejos de ese diábolo llamado palmeta que todavía usa el Estado con aparente legitimidad. Finalmente, luego de este breve rodeo histórico y epistemológico de ideas, ofrecemos una redacción final pero abierta: Juro por Palas Atenea, Quirón, Fénix y los tlamatinime, por Ponócrates y Perfecto Verdugo, andar el camino del tacto. También juro por Plutarco, Juana Inés, Wollstonecraft, Kant, Hostos, Carillo, Ruiz, Méndez de Cuenca, Mistral y Luzuriaga, recordar gustoso estas palabras: Estimaré a quienes me iniciaron en esta disciplina, a mis clásicos y mis maestros. Indagaré en la educación actual y conoceré sus necesidades; comunicaré mi saber a quien conoce o quiera conocer la pedagogía, pero a nadie más. Velaré por la formación de virtudes en educadores y educandos. Diseñaré planes y programas de estudio, materiales didácticos, manuales y cualquier producto parecido para conservar y transformar nuestra cultura en escuelas y espacios formativos. Ejerceré esta profesión honesta, justa y sensatamente y, salvo justificadas excepciones, no ejerceré la docencia en educación básica y la cederé a mis colegas normalistas. Si el juramento cumpliere cabalmente, coseche los frutos de mi vocación y pueda vivir feliz en comunidad. Pero si lo injurio o lo perjuro, que no sea la palmeta, sino el eléboro y la sabia palabra los que encaucen mi formación. P. A. G. C.
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c Reflexiones finales
La comunidad pedagógica futura tendrá la palabra y podrá juzgar críticamente este juramento, un discurso que pretende responder a problemas recientes empleando recursos significativos y encauzando las vivencias aprendidas desde la historia de la disciplina. Para responder a la crisis pedagógica y educativa actual, se ha evitado el tono normativo sin desapegarse de un ideal profesional plausiblemente plural y riguroso: el pedagogo auténtico, susceptible de resignificación pero sin su antagónico, el pseudopedagogo (adoctrinante, domesticador, charlatán y pedante). Para la elaboración del juramento, se eligieron figuras producidas por mestizaje de tradiciones. En el discurso se retomaron elementos básicos de la diplomática y la retórica. Como recordatorio deliberativo, el producto final se tramó con referentes clásicos (autores, libros, ideas y vocablos) y símbolos que, aunque carecen de reconocimiento total por la comunidad, se hallan en las tradiciones constitutivas de la disciplina. El juramento presupone elasticidad para adoptarse o adaptarse en cualquier centro que imparta estudios pedagógicos recientes. La carga subjetiva del juramento es ineludible, porque su autor se identifica con la historia de la educación y de la pedagogía mexicana, latinoamericana y mundial. Ello se evidencia en la selección de autores. En tanto, el lenguaje pedagógico empleado en el cuerpo del discurso dio preferencia a vocablos clásicos, como educación, formación y cultura, que se traducen en prácticas relacionadas con planes de estudio y materiales didácticos. Se optó por la formación en virtudes como eje histórico-epistémico porque en ella prevalece la unidad en la diferencia disciplinar. Al final, la unión del simbólico eléboro y la sabia palabra se contraponen a la diabólica palmeta para representar la tensión entre los miembros auténticos de la comunidad y los seudoprofesionales. Contra la desmemoria imperante, sirva este juramento como testimonio escrito para construir una memoria profesional reflexiva y plural.♦
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c Referencias
BEUCHOT, Mauricio (2008). Perfiles esenciales de la hermenéutica. FCE. ─ (2012). Sobre la educación y la hermenéutica. Fermentario, 6. http://www.fermentario.fhuce.edu.uy/index.php/fermentario/article/view/93/50 Ir al sitio FRÍAS y Soto, Hilarión, et al. (1997). Los mexicanos pintados por sí mismos. Conaculta. GARCÍA Casanova, María Guadalupe (2021). El ethos del pedagogo de la Facultad de Filosofía de Filosofía y Letras. García Casanova, María Guadalupe, coord., La formación del ethos de las humanidades en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, pp. 253-269. UNAM. GARCÍA Cerda, Pólux (2021). El estudio de textos pedagógicos clásicos mexicanos y latinoamericanos. Una introducción. Correo del Maestro, 297, pp. 44-52. https://issuu.com/edilar/docs/cdm-297?fr=sMjIxZTM0NDk3NTM Ir al sitio ─ (2018). Prolegómenos para la creación de un juramento pedagógico. Correo del Maestro, 266, pp. 44-54. https://issuu.com/edilar/docs/cdm-266?fr=sZjBhNjM0NDk3NTM Ir al sitio HOMERO (1993). Odisea. Trad. P. Tapia. UNAM. LEÓN-PORTILLA, Miguel (2017). La filosofía náhuatl estudiada en sus fuentes. UNAM. MORENO y de los Arcos, Enrique (1999). Hacia una teoría pedagógica. UNAM. ─ (1993). Principios de pedagogía asistemática. UNAM. ─ (1986). El lenguaje de la pedagogía. Omnia, 1. PETRUCCI, Armando (2001). La ciencia de la escritura. Trad. L. Padilla. FCE. PLATÓN (1981). Diálogos I. Trad. J. Calonge, E. Lledó y C. García Gual. Gredos. ─ (1988). La República. Trad. C. Eggers. Gredos. PLUTARCO (1986). Sobre la educación de los niños. Trad. J. Reyes. UNAM. QUINTILIANO, Marco Fabio (1887). Instituciones oratorias, t. 1. Trad. I. Rodríguez. Librería de la Viuda de Hernando. RABELAIS, François (2008). Gargantúa. Editorial El perro y la rana. SALAMANCA, Manuel (2012). Análisis documental y aprendizaje virtual: diseños formativos. Revista Científica Electrónica de Educación y Comunicación en la Sociedad del Conocimiento, 1(12). Notas * Doctor en Pedagogía por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM); áreas de estudio: Historia de la pedagogía y Filosofía de la educación en México.
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c Créditos fotográficos
- Imagen inicial: Shutterstock - Foto 1: unavidamoderna.tumblr.com - Foto 2: www.codicemendoza.inah.gob.mx - Foto 3: Shutterstock - Foto 4: www.museodelestanquillo.com CORREO del MAESTRO • núm. 306 • Noviembre 2021 |