El cuento como técnica
PARA LA PROMOCIÓN DE VALORES
Y ACTITUDES EN LOS NIÑOS[*]

José Luis Espíndola Castro[**]



Presento en este artículo la necesidad de promover la enseñanza de valores en la infancia frente a fenómenos sociales negativos tales como la violencia, la mediocridad, la apatía y la falta de proyectos de vida. Propongo, además, un proceso didáctico para fomentar valores a partir del cuento, dado que, en general, los niños muestran alta motivación con este recurso, sin olvidar que el cuento, a través de la historia, ha sido un vehículo para formar actitudes frente a la vida. Finalmente, comparto las experiencias positivas que se han tenido al utilizar esta metodología, si bien éstas aún son incipientes y requieren mayor indagación.




En el calvero del bosque verdea el roble ceñido de dorada cadena que ronda el gato
sabio de noche y de día: tira a la derecha, canta una canción, tira a izquierda,
cuenta un cuento. Es prodigioso: allí retozan los elfos mientras las sirenas reposan
en las ramas; allí en ocultos senderos hay huellas de fieras desconocidas; allí se
alza, sin puertas ni ventanas, la cabaña sobre patas de gallina.

ALEKSANDR PUSHKIN


c Las dificultades para la enseñanza de valores

Vivimos en una época que varios intelectuales han denominado posmodernidad. Ésta se caracteriza, entre otras cosas, por la idea de que no existe un “gran proyecto” para la humanidad; todos son relatos, y tras de ellos no existe nada real ni objetivos. Si en la primera mitad del siglo XX vivimos un dogmatismo extremo que se reflejó en innumerables dictaduras, en la época actual vivimos un relativismo radical: cada quien tiene su verdad y sus valores. El escepticismo es también completo; pocos se atreven a enseñar valores, ya sea porque se cree que es sólo una responsabilidad de los padres y del ejemplo que ellos proporcionen, o bien porque se piensa que no hay técnicas efectivas para lograr un buen aprendizaje. Estas ideas, que entrañan cierta verdad, en el orden práctico condenan a los niños a no tener una buena educación en valores, más si consideramos el abandono parental físico y psicológico que padecen muchos infantes.

En México existen más de tres millones de madres solteras trabajadoras que tienen enormes dificultades para atender a sus hijos; pero aun las familias con ambos padres, por razones económicas, tienen dificultades para educarlos debido a que tanto el padre como la madre realizan largas jornadas de trabajo, mientras los hijos quedan a merced de los gadgets electrónicos –celulares, videojuegos, tabletas–, así como de la televisión. No es un secreto que los profesores batallan en secundaria y preparatoria para que los alumnos no jueguen con sus celulares en clase ni estén texteando con sus amigos o reenviándoles divertidos memes.[1] En muchas ocasiones esto ha llevado a conatos de violencia del alumno con el profesor. No me extenderé en las consecuencias cognitivas negativas de este vicio entre los niños y jóvenes, sobre lo cual existen muchos artículos, sólo destaco el abandono parental que da lugar a esta falta de disciplina interna para el logro de fines trascendentes.

Octavio Paz, en su libro Vislumbres de la India, ofreció un vaticinio interesante respecto a lo que sería el futuro de la sociedad:

… hay que mencionar la aparición de una nueva clase de empresarios y de una clase media, que ya es afluente en las principales ciudades. Esta clase media sin mucha cultura y sin un gran sentido de las tradiciones es, como en todo el mundo, adoradora de la técnica y de los valores del individualismo, especialmente en su versión norteamericana. Es una clase destinada a tener más y más influencia en la sociedad. Extraña situación: las clases medias, en la India y en el resto del planeta, desdeñan la vida pública, cultivan la esfera privada –el negocio, la familia, los placeres egoístas– y, no obstante, determinan más y más el curso de la historia. Son los hijos de la televisión (1996: 408).

Se equivocaba en el pronóstico, ese panorama incluye ahora a la gente pobre y a la rica citadinas.

Los resultados de lo anterior son claramente visibles:

  • La deserción escolar, la apatía y la carencia de proyectos de vida.

  • La violencia intrafamiliar contra mujeres y niños.

  • La desorientación juvenil y las vías fáciles de escape como respuesta a la falta de sentido de vida: la drogadicción, la enajenación electrónica, la participación en grupos delictivos.

  • Un pragmatismo egoísta que pone en crisis la práctica de actitudes cooperativas y solidarias.

  • La corrupción y abuso de los actores políticos.

  • La reproducción de la pobreza económica y mental.

Por cierto, es notable que, a pesar de todo ello, no existan programas educativos densos y eficientes para combatir estos flagelos desde la educación básica. Cuando más, se dedican pocas horas a una educación cívica muy superficial.

La carencia de valores no sólo afecta la psicología de los jóvenes, tiene además una repercusión social en cuanto marca el temple y el carácter de los pueblos. Putnam (2003) y Fukuyama (1996), investigadores de la teoría del capital social, han traído nuevamente a colación la importancia de los valores y las actitudes que de ellos emanan en el desarrollo de las naciones.[2] Establecen que la proactividad y la confianza para trabajar unos con otros son elementos esenciales que permiten un crecimiento económico y cultural de un país. En México y en varios países sudamericanos, algunos retos al respecto son porque esa es función de otros: alguien más debe levantar la basura porque para eso está, el niño no debe ayudar en la casa porque sólo debe dedicarse a los estudios, los estudiantes no deben arreglar su colegio porque otros –el gobierno, los directivos–, son los que deben hacerlo.

Sería prolijo ahondar más sobre las consecuencias axiológicas de nuestra forma de vida. Lo que sí creo es que, frente a los problemas que padecemos, las escuelas e instituciones –especialmente aquellas dedicadas a la educación básica– deben preocuparse por la enseñanza de los valores y las actitudes; la labor de los padres a este respecto requiere de un apoyo institucional basado en la solidaridad social.


No es un secreto que los profesores batallan en secundaria y preparatoria para que los alumnos no jueguen con sus celulares en clase


Sintetizando todo lo expuesto hasta aquí, pienso que es básico promover deliberadamente los siguientes valores y actitudes:

  • Amor y respeto.

  • Solidaridad y confianza.

  • Sentido de la honestidad y la justicia.

  • Sentido ecológico del desarrollo humano.

  • Sentido de la belleza.

  • Apertura hacia el mundo a través de la cultura para elaborar proyectos de vida.

  • Actitud de comprensión para evitar la intolerancia, la discriminación, el odio, la envidia y el resentimiento.

  • Actitud de interés en los asuntos públicos y no sólo en los familiares.

Dado que el niño, como repetía Montessori, es el “padre del hombre”, es necesario fomentar desde edad temprana la adquisición de estos propósitos. Si consideramos que el mundo del niño es el de la imaginación creativa, veo en esta dimensión una oportunidad para enseñar lo que deseamos. Así sucede también con la reflexión. El niño es un filósofo diligente, como lo pone de manifiesto con sus constantes preguntas, nacidas de ver el mundo con nuevos ojos. Jaspers, el gran pensador existencialista, enfatiza esta característica infantil. El exitoso programa llamado Filosofía para niños desarrollado por Matthew Lipman (2003) pone de manifiesto que las habilidades críticas del niño pueden ser desarrolladas ampliamente explotando la curiosidad natural del infante y su metacognición.[3]

Este programa puede ser orientado con facilidad a la crítica social, que es donde hace mucha falta. Así, respecto a este método afirma un investigador:

Estamos enfrentando […] el crecimiento del crimen organizado en México, […] la impunidad y la corrosión del sistema político, el calentamiento global y la predominancia de los valores materiales del tener, más que del Ser. Parecería que hasta no enfrentar las consecuencias de estas formas de pensar y actuar en la modernidad comenzaremos a tratar de cambiar nuestros patrones de pensamiento. Esto incluye nuestras nociones sobre educación y la necesidad de expandir nuestra noción de filosofía hacia un énfasis en la sabiduría práctica. Necesitamos extender esta noción de filosofía hacia los contextos particulares de nuestro tiempo […]. Lipman diría que esta redefinición de la filosofía la lleva a convertirse en una práctica crítica orientada hacia la razonabilidad y la reforma social (Echeverría, 2020: 66).

Lipman ha enlistado treinta habilidades de pensamiento que el programa intenta desarrollar, entre las cuales destacan: la formación de conceptos y la clarificación de los valores, las generalizaciones, la formulación de relaciones causa-efecto, la derivación de inferencias mediante silogismos, consistencias y contradicciones, la identificación de suposiciones subyacentes (supuestos escondidos tras las afirmaciones), el logro de conexiones de la parte con el todo y del todo con sus partes, analogías, etcétera.

Las habilidades de pensamiento se adquieren a través de una serie de historias acerca de situaciones que viven los niños y que van, desde la formulación de un problema ficticio, hasta la aplicación de los principios a situaciones de la vida real. En esas historias, los personajes son niños que pasan el tiempo pensando acerca de cómo pensamos y en diversas formas, de tal manera que los participantes puedan distinguir un pensamiento bueno de uno pobre. Las claves del aprendizaje son la lectura de los textos y el involucramiento de los alumnos en discusiones libres que son supervisadas y fomentadas por un facilitador entrenado. El diálogo y el método mayéutico son fundamentales en esta estrategia. Un ejemplo de estas narraciones es el siguiente fragmento en el que los personajes discuten sobre el sentido de las reglas, y si Paquita, un personaje ficticio, debe ir o no a una ceremonia:


Material del alumno[*]

Matthew Lipman


... La siguiente en hablar fue Julia Portilla. “Yo pienso que Paquita debe ser fiel a sus principios, porque... porque eso es lo que mi hermano decía, y él sabe mucho”.

—Julia, ¿qué quieres decir con “él sabe mucho”? ¿Tu hermano es juez o abogado, o una autoridad en algo? —preguntó la maestra.

—No, pero es muy inteligente —fue la respuesta de Julia.

—Bueno —dijo la maestra—, me temo que eso no es suficiente. Deberías usar la opinión de otro.

Julia no se contentó con el juicio de la maestra, pero no dijo nada.

Susi dijo que ella pensaba que se debía obligar a Paquita a asistir a la ceremonia porque “las reglas son las reglas”.

De nuevo, la maestra hizo una pausa y reflexionó antes de contestar. Entonces dijo:

—Susi, voy a aceptarlo, aunque no es completamente correcto. Lo que quiero decir es que un enunciado como “las reglas son las reglas”, generalmente no significa mucho; es como decir, “un mango es un mango” o “las piedras son piedras”. Pero a veces se convierte en una expresión familiar, o en un dicho con un significado concreto que todo el mundo entiende, como “negocios son negocios”. En ese caso, supongo que lo que quieres decir es que si hacemos las reglas, las deberás cumplir. Así que lo acepto.

Ahora Miguel levantó la mano:

—No —insistió—, las reglas se hacen para romperlas. ¿No conocen el dicho “no hay reglas sin excepción”? ¡Pues el caso de Paquita es la excepción! Por lo tanto creo que Paquita no tiene que ir a la ceremonia si no quiere...


* Capítulo H, Reglas (fragmento); tomado de lecciones no publicadas para todo público, sino de uso exclusivo.


Una vez que todo el grupo de niños ha escuchado la narración, el profesor discute libremente con ellos, se analiza lo que es una regla, lo que es una generalización y lo que es una “buena razón” para justificar las opiniones. Se genera para ello un listado de preguntas activadoras que estimulan la participación de los niños, por ejemplo: ¿Cómo podemos definir una regla? ¿Para qué sirven las reglas? ¿Qué características debe tener una buena regla? ¿En qué casos se puede romper una regla? ¿Cuándo debe sustituirse una regla por otra?

Como puede apreciarse en el ejemplo anterior, el diálogo entre los personajes de ficción está construido con base en los juicios que la gente normalmente hace, varios de los cuales adolecen de distintas fallas o de malas interpretaciones. De esto se sigue la clarificación de algunos de los juicios y la validación de la veracidad de otros; es decir que se ponen a prueba los distintos caminos de la mente al tratar una temática por medio del razonamiento crítico. Una vez comprendido esto, no resulta difícil construir historias en donde se critiquen diversos juicios y argumentos en torno a una problemática ética. Así que podríamos diseñar lecciones para lo siguiente:

  • Participar o no en acciones ciudadanas que involucren a otros.

  • Comprender la prudencia en las actividades ciudadanas

  • Saber cómo ayudar a otros y explorar los sentimientos de los demás.

  • Analizar prejuicios en torno de la ética; por ejemplo, el relativismo moral.

  • Reflexionar sobre los criterios de juicio del mal menor.

  • Discutir por qué no hacemos el bien.

  • Otros.

En realidad, podemos crear historias cotidianas en torno a cualquier problema y que inviten a la reflexión. Por ejemplo, ofrezco la siguiente historia que pretende clarificar los valores en relación con el bullying, la cual se lee en clase con los alumnos:


M

arco usa lentes para ver bien y es algo tímido. Sus compañeros se burlan de él y lo llaman “cuatro ojos”. También suelen jugarle bromas pesadas como robarle su comida, aventarlo o arrojarle refresco a la ropa; a veces hasta le quitan su dinero. Especialmente al salir de clase lo hacen sufrir arrojándole refresco o aventándolo. Marco está desesperado, pero poco puede hacer porque sus compañeros se aprovechan de él cuando la maestra no observa.

El líder de los que lo agreden es Raúl, un niño que siempre reprueba en sus materias, no estudia, y disfruta haciendo sufrir a otros. Raúl vive en una familia donde nadie le hace caso; cuando lo toman en cuenta, es sólo para pegarle y regañarlo. Tal vez por eso se ha rodeado de un grupo de amigos que le festejan y ayudan a realizar sus bromas pesadas y violentas hacia chicos más débiles.

Lo más enojoso es que otros niños del colegio, en vez de ayudarlo, se ríen de esas bromas y ocasionalmente participan de ellas. Así, Raúl y sus amigos se sienten importantes porque todos fijan la atención en ellos. Como, además, siente que es torpe y tonto para el estudio, se complace en torturar a los demás para divertirse y pasar el tiempo.

La maestra una vez habla de este problema:

—A ver —dice con voz seria—, he visto a varios de ustedes hacer bromas pesadas a los demás y eso puede causar mucho daño, ¿cómo cuál?

—Sí —dice Gloria, una alumna morena—, los niños pueden vivir con mucho miedo o le pueden causar una herida a alguien o incluso matarlo.

—Los padres del niño lastimado —tercia Rodrigo— pueden pelearse con los padres del niño que hace el bullying. Así se llama, ¿verdad, maestra?

—Así es, Rodrigo, se llama bullying a la acción de agredir a otros, y dices bien, los padres pueden enojarse y crear un problema muy grande si se enfrentan con los padres del niño agresor. ¿Alguien quiere comentar si alguna vez les han hecho bullying?

—A mi primo una vez se le echaron varios encima y casi se muere por falta de respiración —afirma Pedro.

—A mí una vez me aventaron y me corté la frente; además, todos los días se burlaban de mí por tener unas manchitas en la piel. Me decían groserías.

—¿Y qué debemos hacer si vemos que a alguien le pegan o le hacen bromas pesadas?

—Avisar a algún maestro. Avisar en su casa.

—¿Por qué creen que no avisan en sus casas?

—Les da pena, maestra. No quieren que sus compañeros crean que son “gallinas”— comenta un alumno de la última fila.

—Ahora quiero que piensen en por qué algunos alumnos se divierten maltratando a los demás. A varios también les gusta torturar a los animales, ¿por qué lo hacen?

—Creo que lo hacen para divertirse y pasar el rato —dice Carolina.

—¿Y por qué crees que no todos se divierten así? —pregunta la maestra. Carolina se calla por un momento y luego agrega:

—Pues creo que son tontos y no saben hacer otra cosa.

—Bien, Carolina, es una buena hipótesis, pero no podemos asegurarlo. ¿Qué otras alternativas tenemos?

—Mmm…, porque ya son malos de por sí.

—¿“De por sí” o se han hecho malos por algo?

—Es que sus papás no les dicen nada.

—¿Y qué pasa con todos aquellos que no maltratan a otros, pero se ríen y se divierten viendo lo que les sucede? ¿Qué deberíamos hacer en vez de reírnos y festejar a los agresores? ¿Qué sería hacer lo contrario de un agresor?

—Ayudar a los demás cuando tienen problemas —dice con seguridad Arturo, un pequeño de ojos vivos.

—Avisar cuando alguien lastime a otros o sepa que lo van a lastimar —afirma Andrea, una niña muy participativa.

—Yo creo que debemos ayudarnos en todo… seríamos algo así como héroes —concluye Miguelito, otro niño juguetón (Espíndola, 2019: 249).


Una vez acabada la historia, se les pide a los niños que comenten libremente lo que se leyó. Si hay alguna dificultad por la que los pequeños no participen, el docente puede hacer algunas o todas las siguientes preguntas: ¿Por qué muchas veces actuamos mal? ¿Qué sería actuar de manera correcta? ¿Por qué a algunos alumnos les gusta aprovecharse de los demás? ¿Cuáles son sus características? ¿Qué piensan de las respuestas que le dan los alumnos a la maestra? ¿Qué problemas tienen los niños que se aprovechan de los demás? ¿Qué sería lo contrario de ser un agresor? ¿Qué es ser una persona de bien? ¿Qué debería hacer una víctima de bullying? ¿Por qué no lo hacen?

Sin duda, las historias planteadas en el programa del doctor Lipman son altamente motivadoras para los niños, no sólo porque son problemas cotidianos, sino también por el hecho de que les permiten dialogar e interactuar con los demás, especialmente con las personas adultas.[4] Sin embargo, me pregunté si habría otra forma de incrementar la motivación y la huella mnémica de la reflexión filosófica del infante. Ello me llevó a construir una propuesta utilizando el cuento a cabalidad, es decir, con toda su carga imaginativa y fantasiosa; y a utilizar, además, la imaginación perceptual espacial y temporal, para realizar ejercicios de prognosis sobre lo que puede ocurrir en el mundo si se ejecutan o no determinadas acciones. Finalmente, propongo algunas vías para poner en juego lo anterior con acciones y actividades que el niño puede desarrollar en su casa o en el salón de clase.

Con esta metodología pensaba también resolver el problema de la transferencia de lo imaginativo hacia lo real. A menudo no existe esa transferencia deseada; las películas y los cuentos elevan al héroe y vilipendian al villano; terminan con el triunfo de los buenos sobre los villanos. Sin embargo, esto no obsta para que continúe la cultura de la burla en clase, el robo de las pertenencias, o el tan nefasto bullying.

El cuento sigue ejerciendo una extraordinaria fascinación entre los infantes. La vida cotidiana, incluyendo la escolar, no es suficiente para la formación del niño; su crecimiento mental requiere espacios más amplios para poner a trabajar su pensamiento, su emotividad y su creatividad ideativa, así como para confrontar y evaluar acontecimientos que la rutina no ofrece.[5] ¿Quién no ha observado, por ejemplo, el gusto de los niños por cuentos que producen miedo y aun angustia?, ¿esto no se debe, acaso, a que su crecimiento demanda el poner en juego sus emociones y aprender a controlarlas?, ¿no son experiencias que la vida cotidiana frecuentemente no ofrece, u ofrece sin el resguardo de la ficción? “El cuento –dice Vigotsky (1996)– ayuda a explicar complejas relaciones prácticas; sus imágenes iluminan el problema vital y, lo que no podría hacer la fría prosa hízolo el cuento con su lenguaje figurado y emocional”. En otro apartado puntualiza la relación e importancia entre la imaginación y la expresión y vivencia de los sentimientos:

La tercera forma de vinculación entre la función imaginativa y la realidad es el enlace emocional […] Los psicólogos han observado hace mucho tiempo el hecho de que todo sentimiento posee además de la manifestación externa, corpórea, una expresión interna manifestada en la selección de ideas, imágenes e impresiones. Los psicólogos han designado a este fenómeno con el nombre de ley de la doble expresión de los sentimientos. Así, por ejemplo, el miedo no se manifiesta sólo en la palidez, en el temblor, en la resequedad de garganta, en la respiración entrecortada y los latidos del corazón, sino también además en que todas las impresiones que entonces recibe el hombre, todos los pensamientos que vienen a su cerebro suelen estar teñidos del sentimiento que lo domina. Cuando dice el refrán: el cuervo asustado se espanta de las ramas, se tiene en cuenta precisamente este influjo de nuestro sentimiento al matizar la percepción de los objetos externos.

De la misma forma como los humanos aprendieron hace mucho tiempo a manifestar mediante expresiones externas su estado anímico interno, también las imágenes de la fantasía sirven de expresión interna para nuestros sentimientos (Vigotsky, 1996).

Por otra parte, el cuento refleja los valores de una época y pretende provocar empatía entre la realidad trágica y la mente del niño como si se tratara de una vacuna para poder enfrentar mejor una realidad. Aquellas historias trágicas –a menudo crueles– de los años treinta y cuarenta, por ejemplo, preparaban al niño para afrontar el dolor con actitudes estoicas, en un mundo donde las expectativas de vida eran muy bajas. El cuento, en conclusión, modula las actitudes y los sentimientos para interpretar y enfrentar al mundo desde ciertas ópticas.[6] Bruno Bettelheim, en su libro Psicoanálisis de los cuentos de hadas, afirma lo siguiente:

El niño necesita que se le dé la oportunidad de comprenderse a sí mismo en este mundo complejo con el que tiene que aprender a enfrentarse, precisamente porque su vida, a menudo, le desconcierta. Para poder hacer eso, debemos ayudar al niño a que extraiga un sentido coherente del tumulto de sus sentimientos. Necesita ideas de cómo poner en orden su casa interior, y, sobre esta base, poder establecer un orden en su vida en general. Necesita –y esto apenas requiere énfasis en el momento de nuestra historia actual– una educación moral que le transmita, sutilmente, las ventajas de una conducta moral, no a través de conceptos éticos abstractos, sino lo que parece tangiblemente correcto y, por ello, lleno de significado para el niño. El niño encuentra este tipo de significado a través de los cuentos de hadas (1988: 12).

Ahora sabemos también que, si el lenguaje es colorido y concreto, se iluminan más zonas del cerebro. Por ejemplo, si digo un concepto abstracto como La ciencia es X cosa, apenas se encenderá una pequeña zona; pero si digo El cangrejo verde iba caminando…, se activarán muchas zonas cerebrales.[7] Por ello la imaginación mejora la memoria, y más si hay una recompensa interior: la dopamina o neurotransmisor de la “recompensa” (se activarán muchos neurotransmisores). Si el lenguaje llama a la acción, se encenderán zonas motoras, aunque no se camine: por ejemplo, Supongamos que vamos caminando por los cerros de Morelos y… Si existe suspenso o riesgo en la narración de una historia, también se activará la amígdala u otras zonas de respuesta al peligro. La imaginación y la emoción asociada al conocimiento mejoran el aprendizaje, pues éste queda anclado en distintas zonas cerebrales.

El lenguaje, como lo planteó Vigotsky, también despierta emociones, incluyendo la compasión por los otros: en un grupo experimental se leyeron historias cortas acerca del maltrato animal; en otro, de control, cuentos sobre animales. El grupo experimental mostró después de días más interés en el bienestar de los animales, y compasión hacia ellos (Newberg y Waldman, 2020). Por ello también podemos mejorar mucho la autoestima y construir una cultura de paz en los niños por medio de los cuentos.

Por las razones anteriores, me parece que el cuento es un excelente vehículo para transmitir valores y generar empatía frente a los problemas personales y sociales. El modelo, como ya he mencionado, considera distintos factores que deben ser tomados en cuenta dada la delicada misión de formar actitudes y valores sin imponer dogmas. Estos factores son básicamente: a) la comprensión del cuento y la reflexión racional; b) la expansión temporal y espacial de la percepción; c) la creatividad y la acción; d) actividades recreativas de distensión relacionadas con el cuento.

El procedimiento con los alumnos, grosso modo, consiste en las siguientes etapas:

  1. Apreciación y entendimiento libre de los valores implícitos en un cuento. Este último puede ser seleccionado entre alguno de los ya existentes, o bien construir uno ex profeso para ese fin (que sería lo mejor). Esta fase está dedicada a una lectura de comprensión y de comentarios generales por parte de los niños. Además de clarificar y comentar los sucesos del cuento, sirve al facilitador para diagnosticar la acogida emocional y el interés despertados en ellos. Debemos recordar aquí, que el cuento tiene un valor intrínseco y que su disfrute no debe verse mermado con otras formas de tratamiento.

  2. Reflexión del infante en torno a la temática del cuento. Como en Filosofía para niños, se analiza el cuento por medio de una exploración mental libre, auxiliada con preguntas generales del maestro. El niño juzga y evalúa lo malo y bueno que sucedió y justifica sus respuestas. Analiza también las causas que llevaron a los personajes a tal o cual acción. Se puede discutir qué es lo correcto y lo incorrecto y cuáles son los criterios éticos de las conductas. En esta fase, debe tenerse cuidado de no imponer ideas, pero sí pedir al niño que justifique sus evaluaciones de manera racional y con argumentos amplios. En todo caso, es labor del facilitador ayudar al niño a clarificar sus conceptos y demandarle argumentos. Los niveles de exigencia y las características de los problemas planteados dependen de la edad de los niños.

    Aunque siempre se corre el riesgo de prejuiciar a los niños con los prejuicios propios, debemos considerar dos puntos. El primero es que, de cualquier manera, hay un riesgo constante de que el medio ambiente lo haga por nosotros, y de una manera sutil e inconsciente. En segundo es que, en esta metodología, el uso de argumentos racionales disminuye estos riesgos y ofrece criterios de validación personal que el niño puede seguir usando, aun para criticar posturas del facilitador o de sus compañeros. El facilitador debe hacer consciente al niño de que puede haber errores en nuestras apreciaciones, y que la razón, además del sentimiento, es una fuente del saber. Más importante es que el docente no hable mucho y deje participar lo más posible a los niños; sin embargo, puede hacer cierres sintetizando lo visto.

  3. Expansión de la percepción en el espacio y tiempo de los valores implicados en el cuento. El niño identifica cómo las conductas narradas en el cuento se manifiestan también en la casa, en la escuela, en la calle, con los amigos. Asimismo, medita con la ayuda del maestro, sobre las consecuencias (prognosis) que acarrea la falta de un valor o, a la inversa, las consecuencias de cultivar algunos de ellos; es un análisis imaginativo que permite al niño visualizar la trascendencia de las acciones humanas.

    Este paso es muy importante porque permite hacer la transferencia del mundo fantástico al mundo real y cotidiano de la acción humana.

  4. Creatividad para la acción. El niño deberá ejecutar alguna acción en su entorno para poner a prueba los valores implicados y aceptados por él, por ejemplo: elaborar un reglamento, realizar carteles persuasivos, reparar paredes o jardines, escribir cartas y ensayos, hacer un regalo para un amigo, participar en una campaña solidaria, etcétera.

  5. Actividades recreativas de distensión. Normalmente, y a medida que se va dando el proceso, el docente realiza con los niños actividades creativas sugeridas por el cuento, por ejemplo: danzas y juegos inspirados en los personajes del cuento, dibujos alusivos, elaboración de disfraces, cantos, etc. La finalidad de estas acciones es que el niño reafirme perceptualmente lo adquirido en etapas anteriores, lo integre a otras dimensiones de su vida y cultive otras habilidades.


El cuento sigue ejerciendo una extraordinaria fascinación entre los infantes. La vida cotidiana, incluyendo la escolar, no es suficiente para la formación del niño


El orden de los puntos anteriores no es necesariamente estricto. Aunque es recomendable iniciar por el cuento, es posible introducirnos al procedimiento desde una reflexión o una observación del medio ambiente. Todo depende de las circunstancias y la oportunidad estratégica. De igual manera, algún punto puede reforzarse si es necesario, por ejemplo, ejecutando diversas acciones o introduciendo más reflexiones en momentos distintos.

Antes de iniciar todo el proceso descrito, es necesario que, previamente, el docente elabore lo siguiente:

  • Una red semántica en donde se plasmen los valores y sus manifestaciones en la vida cotidiana. Deben ser seleccionados en función de su importancia, del contexto general en el que se desenvuelve el infante y de la oportunidad estratégica. Estos aspectos deben ser discutidos ampliamente antes de otra cosa.

  • Efectuar un análisis de los “límites del valor”. El niño, frecuentemente, tiende a generalizar y a aplicar los juicios valorativos de manera absoluta y sin un contexto; sin embargo, y por ejemplo, la generosidad tiene como límites la prudencia, la eficacia y la justicia. El profesor debe meditar en qué circunstancias cada valor se conecta con otros, limitándolo e integrándolo a un sistema axiológico que debe reflejarse en todo el proceso; debe estar alerta acerca de qué puntos pueden crear confusión en el alumno, especialmente los que conciernen a conflictos de deberes. Por cierto que el análisis de estos últimos debe dosificarse de acuerdo con la madurez de los niños.

  • Un listado de preguntas abiertas basado en los puntos anteriores. Estas preguntas iniciarán el diálogo con el niño. Las preguntas pueden ser de comprensión o de reflexión: ¿Entendieron que sucedió cuando…? ¿Por qué creen que X hizo tal cosa? ¿Qué deberíamos hacer si se nos presenta un problema así? ¿Qué es hacer el bien? ¿Cómo creen que debieron haber resulto ese problema entre ellos? ¿Hizo bien X al hacer tal cosa?, ¿por qué?

  • Es conveniente hacer ejercicios de práctica bajo la supervisión de colegas o asesores. Esta fase es crucial por la tendencia que todos tenemos a tratar de imponer nuestras ideas y, a veces, nuestros prejuicios. Especialmente, el facilitador debe ser capacitado en la detección de sofismas y de manipulación en el uso del lenguaje. Otras habilidades que debe cultivar, y que deben ser supervisadas, son las siguientes:

    • Capacidad para generar diálogo con los niños.

    • Empatía y habilidades narrativas.

    • Capacidad de razonamiento.

    • Sentido de oportunidad para detectar problemas suscitados en el diálogo.

    • Capacidad de síntesis para establecer conclusiones.

La puesta en marcha de este modelo se inició a principios de 2000, como un taller que forma parte de un diplomado en creatividad infantil organizado por el departamento de extensión de la Universidad Autónoma de Morelos. Los participantes, quince maestros de educación básica en su mayoría, trabajaron cada fase del modelo e hicieron aplicaciones en distintos niveles escolares (básicamente de cinco a diez años) y en un grupo informal de niños de la calle. Inicialmente, partieron de cuentos hechos por el autor, tales como: “El pueblo que no quería morir”, cuento de ecología y de responsabilidad personal; “Los tres amigos”, historia que narra cómo la solidaridad, el trabajo colaborativo y el amor son indispensables para la vida; “La búsqueda”, cuento de la selva que enfatiza el valor de la eficacia y el pensamiento estratégico, y otros.

Al principio, hubo algunos problemas de comprensión del modelo debido a la inercia que supone la experiencia. Algunos profesores se preguntaban el porqué era necesario recurrir a tantos pasos. Estaban acostumbrados a ejemplificar el valor, realizar un juego y recomendar –a través de un breve diálogo con los niños– lo que debían o no hacer. De manera paulatina se dieron cuenta de que hacerlo de esta forma no alentaba la metacognición ni la autarquía y que, además, la conducta deseada sólo se daba mientras el profesor estaba presente. En una ocasión el problema fue que el valor que se deseaba desarrollar no era prioritario para el contexto social del niño; se quiso fomentar el valor de la generosidad en niños de la calle cuando en realidad lo importante era incrementar valores relacionados con el medio ambiente y la salud.

Animados por las experiencias iniciales y participando después en otro módulo del diplomado abocado a la creación literaria, un grupo de 12 docentes generaron innumerables historias para cubrir un mayor número de valores y actitudes para la aplicación del modelo. Los reportes de las experiencias, debidamente documentadas a través de bitácoras, evidenciaron que los niños:

  1. Adquirieron más seguridad en ellos mismos y se animaron a conversar e interactuar con otros.

  2. Mejoraron su capacidad metacognitiva, que transfieren a otras áreas. Los niños eran capaces de cuestionar problemas de otras materias y aportar soluciones.

  3. Desarrollaron motivación interior por asuntos diversos.

  4. Desarrollaron sus habilidades creativas verbales y figurativas; son capaces de elaborar sus propias historias y de transformar juegos.

  5. Se comprometieron con los valores vistos y las acciones inherentes a ellos.

  6. Mejoraron su capacidad de observación y de análisis crítico de situaciones.

  7. Aprendieron a contextualizar acciones.

  8. Identificaron aspectos de eficacia y de pensamiento estratégico.

Sería exagerado decir que estos resultados son concluyentes. Los profesores pueden estar sesgados para reportar resultados positivos, y falta aún la aplicación de instrumentos y métodos de evaluación rigurosos. Sin embargo, la experiencia representa una fuente promisoria de investigación futura.

Para concluir, cito nuevamente a Bettelheim:

Hoy en día los niños no crecen ya dentro de los límites de seguridad que ofrece una extensa familia o una comunidad perfectamente integrada. Por ello, es importante, incluso más que en la época en que se inventaron los cuentos de hadas, proporcionar al niño actual imágenes de héroes que deben surgir al mundo real por sí mismos y que, aun ignorando originalmente las cosas fundamentales, encuentren en el mundo un lugar seguro, siguiendo su camino con una profunda confianza interior (1988: 20).

c Exposición de un caso: la responsabilidad

Para ilustrar lo anteriormente expuesto, veamos cómo se aplica al caso de la enseñanza de la responsabilidad. Las ideas que a continuación se exponen deberán ser meditadas por el facilitador para que orienten su trabajo con los niños y pueda, además, responder a las eventuales dudas de ellos.

La palabra responsabilidad proviene de la palabra responder (del latín respondere, que significa ‘contestar a la pregunta’). Así que la responsabilidad es la capacidad para dar respuestas apropiadas a las demandas de la vida. La responsabilidad tiene que ver con la justicia en el sentido de “hacer lo que nos corresponde hacer”. Fundamentalmente, algo que nos compete a todos hacer es mejorar las cosas que nos rodean y para lo cual tenemos poder y autoridad. Ser responsable también implica el cumplimiento de los compromisos libremente declarados: las promesas hechas, siempre y cuando estén encaminadas al bien.

La responsabilidad implica comprometernos e involucrarnos –dado que las acciones que son una respuesta implican una participación del sujeto– cuando así sea necesario, de allí que la indiferencia sea uno de los peores enemigos de la responsabilidad; en ocasiones esta apatía se oculta en el pensamiento de que “otros pueden hacerlo por mí”. En varias ocasiones, el poder de ejecutar algo y la autoridad se identifican: tengo autoridad para hacerlo porque puedo hacerlo de manera eficiente, por ejemplo: consolar a una persona que acaba de caerse cerca de mí. En otros casos, tengo el poder pero no la autoridad, por ejemplo: arreglar el patio del vecino sin el consentimiento del dueño. En estos casos, no podemos imponer nuestra voluntad sobre la de los demás, a riesgo de crear un conflicto o cometer un delito. Sin embargo, sí podemos reclamar la falta de responsabilidad de otros cuando esta falta nos afecta o afecta a otros. Como no siempre esta falta de responsabilidad es de mala fe, sino producto de la ignorancia o el descuido, los reclamos deben hacerse de una forma prudente y mesurada.

Finalmente, la responsabilidad tiene que ver con el amor en el sentido de que, en un ámbito muy amplio, no restringido a lo legal, nos hacemos responsables de lo que amamos y sentimos, de un querer al otro como a nosotros mismos, del sentir compasión y cariño. Así, nuestro ámbito de responsabilidad y compromiso se expande por un acto de comprensión de las cosas marcado por el amor a las criaturas (seres humanos y seres vivos), al mundo, y a Dios para quienes practiquen una religión.


El pueblo abandonado

José Luis Espíndola Castro


U

n día, un niño como ustedes, que se llamaba Rafael, salió de viaje con sus papás a un pueblo lejano. Sin embargo, cuando llegó, algo le sorprendió mucho: el pueblo estaba completamente sucio, con papeles y basura en las calles, y cientos de ratas se comían los desperdicios de comida que había enfrente de las casas. Entonces empezó a preguntar por qué el pueblo estaba así, y una persona le dijo:

—Mira, antes el pueblo estaba limpio porque había muy poca gente y el encargado de la limpieza hacía muy bien su trabajo, pero ya ves, el pueblo ha crecido mucho y el encargado ya no puede con todo el quehacer, así que ahora ya no hace nada.

Entonces Rafael fue a ver al encargado, y éste le dijo lo siguiente:

—Efectivamente, antes yo limpiaba muy bien este pueblo, pero pronto vino más gente, la cual empezó a tirar mucha basura. Yo les decía que no lo hicieran, pero ellos me dijeron que para eso estaba yo y que además todos lo hacían; así que me desanimé y ahora ya no hago nada.

Rafael salió muy triste y empezó a andar por una calle llena de hoyos y basura; entonces se encontró con un anciano muy limpio, el cual se le acercó cautelosamente y le dijo:

—Mira, chiquillo, yo sé que estás preocupado porque este pueblo está muy sucio, pero es que el fantasma de la irresponsabilidad se ha apropiado de las mentes de todos los habitantes.

—¿Y qué es el fantasma de la irresponsabilidad? —preguntó Rafael mientras trataba de despegarse un chicle de la suela del zapato.

—Es como un monstruo sin forma que en los sueños convence a la gente de que no haga nada de lo que le corresponde hacer.

—¿Y dónde puedo encontrarlo?

—Es muy peligroso buscarlo, te puede convencer de que seas irresponsable y flojo. Si quieres encontrarlo, lo puedes hallar en unas grutas no lejos de aquí, pero es realmente feo y repugnante.

Así pues, Rafael se encaminó hacia las montañas y finalmente encontró las grutas de las que le había hablado el anciano. Entró y esperó pacientemente al fantasma, hasta que de pronto oyó un ruido terrible y advirtió un olor espantoso, como de cosas podridas. Era el fantasma. Se sentó en una silla llena de basura y riéndose dijo:

—Rafaelito, no te escondas, te he estado esperando para convencerte de que no hagas lo que te corresponde hacer —el monstruo fingió una voz delicada y tierna.

Tímidamente, tapándose la nariz y tropezándose con huesos de pollo tirados, salió nuestro pequeño amigo y le dijo al fantasma:

—Vengo a pedirte que te vayas y que dejes al pueblo en paz.

El monstruo se rio, y justo en ese momento Rafael sintió que sus ojos se cerraban de cansancio. De pronto estaba soñando que caminaba por un bosque lleno de papeles tirados; allí se encontró con otro niño de su edad que tenía muchos juguetes y el cual le dijo:

—Hola, Rafael, vamos a jugar todo el día, mira qué buenos juguetes tengo.

—Bueno, pero ¿por qué no antes limpiamos un poco este bosque?

—No, no hagas nada, sólo debes divertirte, las cosas no son de nadie; este bosque no es tuyo, ni las calles ni las casas que son de los demás; deja que otros se encarguen de ello.

—¡No! —dijo Rafael enojado—, nosotros somos responsables del lugar donde vivimos; además este bosque se vería más bonito si no hubiera tanta basura y estuviera limpio —y entonces se puso a recoger la basura.

—Cuando el otro niño vio esto, se puso verde de coraje, se convirtió en una iguana y se fue corriendo.

Luego, Rafael soñó que salía de la escuela y que debía hacer una tarea para el otro día; iba muy contento por la calle cuando se encontró con un perro que hablaba.

—Buenos días, Rafael —le dijo el perro moviendo la cola—. Vamos a pasear todo el día y a jugar con la pelota.

—¡Si! —dijo Rafael—, me agradaría mucho, sólo deja que primero termine mi tarea.

—No, no la hagas —le respondió el perro—, mejor mañana se la copias a otro niño o la entregas después, o hazla muy rápido aunque te salga mal.

Rafael se puso triste porque quería jugar con el perro, pero le dijo:

—No me pidas eso porque voy a hacer la tarea y la voy a hacer muy bien —y dicho esto, se fue a su casa. Entonces el perro se puso negro de coraje, se convirtió en zopilote y se fue volando.

De pronto, Rafael se encontró en un hermoso zoológico; estaba viendo a una jirafa cuando se le acercó una niña con una bolsa llena de dulces.

—Mira —le dijo la niña—, te regalaré muchos dulces si me acompañas a ver todos los animales.

—¡Claro que sí! —dijo Rafael saboreándose los dulces, y empezaron a recorrer el parque, pero entonces vio a un anciano que a duras penas podía caminar y nuestro amiguito se acercó para ayudarle.

—Gracias —le dijo el anciano—, sólo voy hacia aquella banca para sentarme un rato.

Pero la niña, molesta, le dijo:

—No lo ayudes, deja que otro lo haga, te vas a perder de la diversión de ver a los animales y de los dulces que voy a regalarte si me acompañas.

—No, no puedo hacerlo, es algo que me corresponde hacer a mí —le contestó Rafael—, yo soy responsable de ayudar a los que lo necesitan.

Entonces la niña empezó a inflarse de coraje hasta que explotó. Y en vez de la niña, quedó el fantasma de la irresponsabilidad en medio de su inmunda cueva. Rafael se despertó y vio cómo el terrible monstruo, entre gritos de coraje, se esfumaba.


Preguntas generales de comprensión del cuento


Al final de la narración o durante ésta pueden plantearse las siguientes preguntas:

  • ¿Qué problema tenía el pueblo? ¿Por qué estaba feo?

  • ¿Por qué el cuidador se desanimó?

  • ¿Cuáles eran las actitudes de las personas que allí vivían? ¿Querían ayudar?

  • ¿Cómo se comportó Rafael?

  • ¿Qué trampas le tendió el monstruo a Rafael?

  • ¿Ustedes qué hubieran hecho ante el problema que se encontró Rafael?

  • ¿Les gustó el cuento? ¿Qué fue lo que más les gustó?

  • ¿Cómo se imaginan que era el monstruo?


Preguntas de análisis de los valores

  • ¿Qué es la responsabilidad?

  • ¿Cómo es una persona que no es responsable?

  • ¿Por qué es importante ser responsables? ¿Qué beneficios tendremos si lo somos?

  • ¿A veces qué nos impide ser responsables en nuestra casa y en la escuela?

  • ¿Cómo son las personas irresponsables?

  • ¿Por qué creen ustedes que muchos niños son irresponsables? ¿Qué les dirían ustedes a ellos para que dejen de serlo?

  • ¿Por qué somos responsables de ayudar a los ancianos? ¿A qué otras personas tenemos que ayudar?

  • ¿Por qué aunque otros estén encargados de hacer la limpieza yo tengo que colaborar en ella?


Preguntas de incremento de la percepción temporal y espacial

  • Si todos fuéramos responsables, ¿cómo sería el mundo?

  • Si eres responsable, ¿cómo te imaginas que serás de grande?

  • ¿Cómo se manifiesta la irresponsabilidad en la casa? ¿Qué cosas suceden allí cuando no somos responsables?

  • Y en la escuela, ¿qué han visto que sucede cuando no somos responsables?

  • ¿Cómo será de grande una persona que es irresponsable?

  • ¿Habrá árboles y animales si no somos responsables?, ¿por qué?

  • ¿Qué debemos hacer en casa y en la escuela para ser más responsables?


Posibles acciones

  • Hacer un dibujo de cómo te harías responsable de algunos de los siguientes aspectos: tus útiles, tus padres, los animales, la salud y la limpieza, tus tareas, tus compañeros, los ancianos. Al finalizar se hará una exposición y cada uno comentará lo que hizo.

  • Redactar un breve reglamento de lo que debemos hacer en el salón de clases para ser más responsables.

  • Elaborar un cartel para enseñar a otros lo que es la responsabilidad.

  • Limpiar el salón de clases.

  • Entrevistar a una persona o los papás acerca de la responsabilidad.

  • Resolver casos problemáticos con dibujos, por ejemplo:[8] Dibuja cómo harías para ayudar a un niño que está triste porque perdió un juguete.


Actividades creativas y lúdicas


Estas actividades pueden efectuarse durante la narración del cuento o al finalizarla:

  • Dibujar al monstruo de la cueva o bien los sueños que tuvo Rafael.

  • Inventar una cancioncilla respecto al valor de la responsabilidad y cantarla en ronda.

  • Actuar partes del cuento.

  • Inventar juegos respecto del cuento que pongan en práctica habilidades psicomotrices: saltar, jugar al avión, pasar por una cuerda ficticia dibujada en el suelo, jugar a los encantados, entre otros.

  • Hacer disfraces de los personajes.

  • Inventar otras historias con Rafael como personaje.


Observaciones


Aunque presento una abigarrada lista de acciones, actividades y cuestionamientos, no hay que olvidar que, por ejemplo, las preguntas se concatenan unas con otras haciendo los diálogos muy ágiles. En cuanto a las actividades, habrá que seleccionar las que resulten más adecuadas para los alumnos. De la misma manera, las actividades lúdicas pueden combinarse con las acciones para ofrecer un programa más integrado. Finalmente, hago la acotación de que la mayoría de las veces no es posible llevar a cabo esta metodología con todos los elementos señalados. La pedagogía como arte debe subordinarse la mayoría de las veces a innumerables circunstancias: edad de los niños, tiempo y recursos disponibles, horario de trabajo, etc. Sin embargo, pienso que estas ideas son de enorme utilidad para dirigir el trabajo infantil hacia el desarrollo de los valores.

c Nota final

Los tres factores más relevantes que integran el proceso didáctico para fomentar valores son: la reflexión racional, la percepción imaginativa y la acción. La primera consiste en el análisis de argumentos para manejar las implicaciones del acto moral. La segunda implica una percepción profunda tanto en espacio como en tiempo, de todos los problemas implicados en la consecución de un valor. Y la tercera son las acciones subsecuentes que se desprenden de la aceptación de un valor.

c Referencias

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DE BONO, E. (1976). Los niños resuelven problemas. México: Extemporáneos.

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ESPÍNDOLA, J. (2019). Didáctica y pedagogía para enseñar en la ciudadanía. México, publicación independiente [Amazon].

FUKUYAMA, F. (1996). Capital social y economía global. En: Este País, núm. 59 (febrero).

LIPMAN, M. (2003). Thinking in Education. Cambridge University Press.

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PAZ, O. (1996). Obras completas, vol. 10, Ideas y costumbres II. México: Fondo de Cultura Económica.

PUTNAM, R. (2003). El declive del capital social. Un estudio internacional sobre las sociedades y el sentido comunitario. Barcelona: Galaxia Gutenberg-Círculo de Lectores.

VIGOTSKY, L. S. (1996). La imaginación y el arte en la infancia [en línea]: <moodle2.unid.edu.mx/dts_cursos_mdl/lic/ED/DC/AM/10/La_imaginacion_y_el_arte_en_la_infancia.pdf>. Ir al sitio

Notas

* El texto original ganó la medalla Ludwig von Mises por mejor propuesta educativa para desarrollar valores en los niños. Sin embargo, no fue publicado extensamente. Es por ello por lo que, viendo la gravedad de nuestros problemas nacionales, lo he revisado y actualizado con la idea de que los docentes encuentren en él un vía didáctica eficiente.
** Doctor en Enseñanza Superior por el Colegio de Morelos.
  1. El último libro sobre estas deficiencias es del neurocientífico Michel Desmurget: La fábrica de cretinos digitales (Península, 2020). La obra, cuyo título es elocuente, muestra cómo la inteligencia de la última generación digital ha disminuido comparada con la generación anterior.
  2. Es típico describir a Japón como una sociedad orientada al grupo, mientras que a los Estados Unidos se les ve como el epítome del individualismo. En realidad, ambas sociedades son similares en la medida que han sido, a lo largo de la historia, sociedades relativamente de alta confianza. La sociedad estadounidense siempre se ha caracterizado por una densa red de asociaciones voluntarias: escuelas privadas, hospitales, orfeones, clubes literarios, grupos para el estudio de la Biblia y organizaciones de negocios privados tanto grandes como pequeños. Alexis de Tocqueville consideró que este arte de asociación era una virtud clave de la democracia estadounidense, que servía para moderar la tendencia inherente del sistema político al individualismo, mediante la escolarización de las personas en la cooperación social y el espíritu público.
  3. Por metacognición se entiende la capacidad de saber acerca de lo que sabemos a través de la elaboración de preguntas inteligentes que irrumpen en la transparencia de nuestras acciones e ideas cuestionándolas. La habilidad metacognoscitiva define en buena medida la capacidad intelectual y permite la transferencia de ideas de un contexto a otro.
  4. Debemos recordar que si bien los niños adquieren la socialidad mediante el juego con sus compañeros, requieren también, como contraparte, la conversación razonable con los adultos para desarrollar habilidades ideativas y lingüísticas que los pares no pueden ofrecer. El cuento es un espacio para que esta necesidad sea cubierta de manera efectiva.
  5. La compasión hacia los seres vivos, la gratitud, la solidaridad, entre otros, son sentimientos que no siempre encontramos de la mejor manera en la vida diaria del niño, pero sí pueden ser percibidos y analizados en el cuento. Aun el miedo es una emoción que el niño puede afrontar desde los cuentos como una vacuna frente a los temores del mundo.
  6. Algunas constantes en aquellos cuentos son: el malo es vencido o desenmascarado, el héroe es con frecuencia el aparentemente más débil o pequeño, el ingenio o las actitudes afables o tolerantes son la clave del éxito para derrotar al malvado, en las peores circunstancias siempre hay una salida (a veces los héroes son víctimas del abandono o de la expulsión), la fe y la esperanza son aliados del héroe, frecuentemente éste tiene que conquistar un objeto o luchar por poseer un don para vencer al mal, a veces un cambio de actitud y de reconocimiento de la verdad hacen tener éxito al héroe. Las ideas de emprender una aventura, correr riesgos y vencer retos son constantes universales en los cuentos.
  7. Un experimento común es pedirle a un niño o a un adulto que cierre los ojos e imagine que tiene un limón en la boca. Luego, que lo oprima fuertemente hasta reventarlo. Es muy probable que sienta el ácido del limón, ya que las zonas cerebrales que procesan el sabor, así como la memoria, se habrán activado sin necesidad de un limón real.
  8. Al respecto, vale la pena consultar el excelente libro de Edward de Bono Los niños resuelven problemas (1978); en él se pone de manifiesto la capacidad de los niños para abordar situaciones conflictivas usando dibujos como vehículo de expresión.
c Créditos fotográficos

- Imagen inicial: bibliotecalacasadelarbol.wordpress.com

- Foto 1: www.infobae.com

- Foto 2: -twitter.com/astronomiaua/status/978064697785241601?lang=da

CORREO del MAESTRO • núm. 295 • Diciembre 2020