Los héroes que nos dieron patria
ANASTASIO BUSTAMANTE:
LA OTRA CARA DE LA MONEDA

Andrés Ortiz Garay[*]



Dando continuidad al cuestionamiento planteado en el artículo anterior de esta serie, se aborda ahora otro tema importante para una interpretación más incluyente de la historia de nuestra independencia. Mantenida fuera, desde la época del liberalismo juarista hasta nuestros días, de los homenajes y reconocimientos oficiales que modelan la acepción más común del héroe nacional, la actuación de muchos jefes realistas no sólo determinó el resultado de la guerra de 1810-1821, sino que modeló la transformación de la excolonia en un Estado-nación soberano.




Los héroes que nos dieron patria. Anastasio Bustamante: la otra cara de la moneda

Entender la guerra de independencia como una guerra civil nos sitúa en un panorama en el que es más complicado hacer encomios simplistas de la heroicidad, pues ya no se trata de la lucha de un pueblo unificado para obtener su libertad ante otro pueblo, también unido en sus intereses imperialistas. En este caso, situar la heroicidad en un solo bando y sus actores destacados se vuelve algo más elusivo cuando se acepta que los enemigos de la insurgencia no sólo eran extranjeros, es decir, españoles, interesados únicamente en prorrogar los beneficios e intereses que les otorgaba estar en la cúspide del régimen colonial, sino que muchos realistas eran compatriotas que, de una u otra manera, buscaban la consecución de lo que creían que sería mejor para el país y la sociedad en que vivían.

Aunque no se les otorgue la categoría de “héroes que nos dieron patria” (o hasta la de héroes a secas), la importancia de muchos antiguos jefes realistas en los asuntos políticos del periodo transcurrido entre 1821 (consumación de la independencia) y 1854 (revolución de Ayutla) obliga a reconocer siquiera su actuación como actores sobresalientes en el surgimiento de la nueva nación.

Si bien la intención manifiesta de esta serie de artículos ha sido recordar a los insurgentes relegados por la memoria histórica oficialista, su objetivo de más alcance se cifra en despertar en el lector un interés por profundizar en el conocimiento de una larga, compleja y altamente contradictoria serie de procesos históricos que denominamos la independencia de México. En las breves semblanzas de caudillos y heroínas insurgentes que integran esta serie he buscado no sólo ofrecer datos biográficos consensuados por la historiografía, sino también ligar al trazo de sus personalidades el esbozo de contextos y problemáticas sociales determinantes para la historia mexicana de la primera mitad del siglo XIX. Por eso considero válido incluir en esta serie a Anastasio Bustamante, como ejemplo de la actuación de muchos otros personajes que de manera similar a él intervinieron decisivamente en las primeras etapas del desarrollo histórico de nuestro país.

c Definición de realista

No obstante que en los anteriores artículos de la serie usé el término realista en referencia poco matizada para designar a los enemigos de la insurgencia, aquí se impone intentar una mayor precisión en su definición. Siguiendo el esclarecedor ensayo de Rodrigo Moreno Gutiérrez (2017), podemos decir que este vocablo apareció con mayor frecuencia en los diccionarios de español impresos en España a partir de 1803; su significado allí era “el que en las guerras civiles sigue el partido de los reyes” o también “el que defiende las regalías, derechos y prerrogativas de los soberanos” (pp. 1084-1085). Sin embargo, es patente que en la documentación novohispana de los primeros años de la guerra de 1810-1821 no aparece –o poco– la palabra “realista”, aunque después su uso aumentó paulatinamente (por otra parte, también es notorio que al principio las fuentes gubernamentales no utilizaron la palabra “insurgentes”, sino más bien llamaban rebeldes, sublevados, facciosos, insurrectos, etc., a quienes buscaban subvertir el orden colonial).[1]

Cuando el término realista se usó con mucho mayor frecuencia en la documentación oficial novohispana, su significado refería a un tipo de tropas milicianas que actuaban contra los insurgentes

Cuando, a partir de 1815, el término realista se usó con mucho mayor frecuencia en la documentación oficial novohispana (por ejemplo en los partes de guerra y otros informes que se publicaban en la Gaceta del Gobierno de México), su significado refería exclusivamente a un tipo de tropas milicianas que actuaban contra los insurgentes.

Esas milicias voluntarias habían comenzado a habilitarse durante el gobierno virreinal de Francisco Xavier Venegas que, con el nombre de Batallones Patrióticos Distinguidos de Fernando VII, sirvieron para combatir la insurrección acaudillada por Hidalgo y Allende. Después, cuando Félix María Calleja alcanzó la primacía en el mando militar y luego sustituyó a Venegas como cabeza del virreinato, tales milicias –ya entonces más numerosas y con mayor frecuencia denominadas realistas– se convirtieron en un elemento central en los planes estratégicos de la contrainsurgencia que buscaban fusionar los mandos civil y militar, involucrar a toda la población en la guerra y otorgar cierto grado de democracia (o al menos de concesiones a las estructuras locales de poder) al permitir la elección de los oficiales mediante votaciones de los milicianos. La primacía de los “realistas milicianos” fue posible porque el armamento de estas unidades y el financiamiento que las mantenía en acción eran aportados por las propias comunidades que las formaban, de manera que el gobierno central y los provinciales se libraban así de costear gran parte del esfuerzo bélico. Sin embargo, este fenómeno provocó la gestación de un irrefrenable proceso de ruptura en las diversas jerarquías territoriales, que al cabo terminó por convertirse en factor decisivo de la caída del régimen virreinal. Aunque algunos historiadores han sostenido que Venegas no hizo caso al Plan Calleja,[2] otros, como Juan Ortiz,[3] tienen esta interpretación:

…el Reglamento se esparció y se instrumentó de la mano de los principales jefes militares en cada una de las regiones involucradas, verbigracia Agustín de Iturbide y Antonio Linares en Guanajuato, José de la Cruz y Pedro Celestino Negrete en Nueva Galicia, Ciriaco del Llano en Puebla y Veracruz, José Gabriel Armijo en el sur, entre otras (Moreno Gutiérrez, 2007, p. 1100).


Cuando Félix María Calleja alcanzó la primacía en el mando militar y luego sustituyó a Venegas como cabeza del virreinato, las milicias realistas se convirtieron en un elemento central en los planes estratégicos de la contrainsurgencia


En mayo de 1815, Calleja publicó un bando en la Gaceta del Gobierno de México en el cual criticaba acremente la Constitución de Apatzingán y de manera explícita ordenaba que en todo papel o acto oficial se tildara de traidores y rebeldes a los insurrectos y a quienes los apoyaran, y que al mismo tiempo, la denominación “patriotas urbanos” –muy usada hasta entonces para referirse a los adictos a la causa del rey– se mudara a la de “realistas fieles”, un término general que encontraba mayor precisión al acompañarse del nombre de la ciudad, villa o lugar donde se había formado originalmente cada contingente miliciano. Dado que patriota era un calificativo que se adjudicaban tanto los de un bando como los del otro, la incomodidad y ambigüedad de tener que estar definiendo siempre quiénes eran los buenos y quiénes los malos patriotas (según lo vieran los miembros de cada partido) se resolvía mejor apelando al término realista para despejar prontamente cualquier posible duda

Si bien no se puede decir que Calleja y sus seguidores acuñaran el término realista, fue a partir de su ascensión al poder cuando éste se generalizó y adquirió un sentido más preciso. Para finalizar este apartado, presento una cita extensa del trabajo de Moreno Gutiérrez que implica interesantes aunque atrevidas sugerencias en torno a este concepto y al papel histórico general que se asigne a quienes fueron realistas –aunque, como advierte este historiador, siempre atentos a los casos específicos.

No pretendo que la historiografía destierre el uso del término realista, pretensión que no solo sería estéril sino también absurda pues en la medida en que una categoría historiográfica resulta explicativa es útil. Empero, juzgo sumamente beneficioso desmontar modelos o imágenes simplistas que nublan la comprensión de realidades históricas complejas y creo que “ejército realista” es una de esas imágenes perniciosas porque reduce a su mínima expresión un universo social y político tremendamente diverso. […] parece entonces que estamos en condiciones de desmontar la creencia de que todo lo “realista” fue siempre unívoco y homogéneo (2007, pp. 1109-1110).

Tengo la intuición de que es justo ahí, en esa “clase” de los realistas (y antes en los voluntarios, patriotas y urbanos), en donde mejor se pueden estudiar las incidencias que la guerra ocasionó en los grupos populares. La falta de cuidado en el estudio de estos individuos, que las más de las veces se vieron obligados a tomar las armas para defender sus comunidades bajo las órdenes de oficiales veteranos y que encontraron en la guerra una forma de vida, los ha hecho prácticamente invisibles para las distintas tradiciones historiográficas. ¿Quiénes eran?, ¿qué intereses (políticos, económicos, militares, regionales) tenían en la guerra?, ¿cuál fue su incidencia en los procesos de ruptura y reacomodo de las jerarquías territoriales y en la reconfiguración de las dirigencias locales?, ¿cómo funcionaban las juntas de arbitrios que los sostenían y hasta qué grado las contribuciones resultaban onerosas para los pueblos?, son preguntas que todavía no tienen respuesta nítida… (2007, p. 1112).

c Comandante contrainsurgente

En entregas anteriores de esta serie, mencioné que uno de los objetivos del Congreso de Anáhuac, reflejado en cierta manera en la Constitución de Apatzingán, fue disminuir o al menos acotar el poder de los caudillos militares.[4] Pero lo que terminó sucediendo fue precisamente lo contrario, pues éstos alcanzaron un poder decisivo en la vida política de la nación que surgió en las primeras décadas del siglo XIX. De manera todavía menos esperada por la mayoría de los diputados de aquel congreso, no fueron ni siquiera –o al menos no de manera preponderante– los caudillos insurgentes quienes dominaron la escena, sino más bien quienes habían sido sus enemigos. En gran medida, el México independiente de ese periodo no fue pues una creación modelada exclusivamente bajo los ideales sostenidos por Vicente Guerrero, Ignacio López Rayón, Nicolás Bravo y otros caudillos de la insurgencia que habían sobrevivido a la guerra, sino que siguió los intereses y la ideología político-social de muchos excaudillos realistas que, una vez adheridos al Plan de las Tres Garantías (jefaturado por Agustín de Iturbide, uno de ellos), aceptaron primero la separación de España y luego intervinieron de modo decisivo en la conformación de las estructuras políticas del nuevo Estado nacional.

Además de Iturbide, el consumador de la Independencia, que terminó pagando con su vida el trágico intento de encumbrarse como primer emperador de México, está también la larga carrera dictatorial de Antonio López de Santa Anna; y asimismo podemos recordar a otros que ocuparon puestos relevantes en la conducción de la república surgida tras la defenestración de Iturbide. Luis Quintanar, José Antonio Echávarri, Miguel Barragán, Manuel Gómez Pedraza[5] (criollos) y Pedro Celestino Negrete[6] (español peninsular) son los nombres de algunos de los personajes más conspicuos. Pero aquí me centraré en otro igualmente distinguido, Anastasio Bustamante, quien además de ser uno de los firmantes de la Declaración de la Independencia de México (28 de septiembre de 1821), fue vicepresidente convertido en titular en 1830-1832 (tras deponer con un golpe de Estado a Guerrero) y después presidente legalmente electo de mediados de 1837 a finales de 1841.

Trinidad Anastasio Francisco de Sales Bustamante y Oseguera nació en Jiquilpan, parte alta de Michoacán cerca de la frontera con Jalisco, el 27 de julio de 1780. Su padre obtenía modestos ingresos comerciando nieve que llevaba a vender desde su pueblo hasta Guadalajara. A los 15 años marchó a estudiar al colegio-seminario de esta ciudad y después estudió química y medicina en el Colegio de Minería y medicina en la Real Universidad, en la ciudad de México (en la universidad fue condiscípulo de Valentín Gómez Farías, de quien se haría primero amigo y después opositor político).

Con recomendaciones del decano del protomedicato de la universidad y de seguro mediante su propio esfuerzo, se convirtió en director del hospital de San Juan de Dios en San Luis Potosí, capital provincial donde conoció al brigadier Félix María Calleja; tras atender a la esposa de este comandante y gozar así de su favor, Bustamante entró en un grupo selecto de admiradores y protegidos de Calleja en el que asimismo figuraban Gómez Pedraza y Barragán, entre otros. Se unió a los dragones del Décimo Regimiento de Caballería de San Luis Potosí o al Cuerpo de Comercio –las fuentes difieren–, que eran extensiones milicianas de las tropas regulares que actuaban en el norte novohispano.

Seguramente, a Bustamante le atraía el prestigio y posición social que aparejaba una comisión militar, ya que en el caso de los milicianos de San Luis Potosí y de otras fuerzas del norte –a diferencia de las de más al sur– sus integrantes gozaban de respeto y admiración porque en gran medida estaban dedicadas a proteger a la población novohispana de las incursiones de los grupos indios llamados “bárbaros” y de las amenazas contra el reino que planteaba la cercanía de potencias extranjeras en el septentrión.[7] Ante las noticias de la insurrección de Hidalgo y Allende, Calleja levantó un ejército contrarrevolucionario en el que obtuvieron mandos sus jóvenes admiradores; Bustamante se enlistó formalmente en 1811 en el Regimiento de Lanceros del Ejército del Centro que comandaba Calleja y a partir de entonces abandonó en definitiva la carrera de medicina para abrazar la militar.

Bustamante participó del lado realista en muchas campañas y batallas de la guerra entre 1810-1820, primero como subordinado directo de Calleja, luego como comandante de unidades móviles encargadas de labores de contrainsurgencia y finalmente con mando de nivel provincial. Fue teniente en Aculco (7 de noviembre de 1810) y Puente de Calderón (17 de enero de 1811); ascendido a capitán tras la toma de Zitácuaro (principios de enero de 1811) participó en el sitio de Cuautla (17 de febrero-2 de mayo de 1812). Comandante de la caballería realista que, con cuartel principal en Coyoacán, se desplazaba por toda la periferia al sur de la capital (segunda mitad de 1812); trasladado a Tlalnepantla, aplicó las mismas tácticas antiguerrilleras que en el sur y además fue encargado de controlar el camino entre Querétaro y la capital (así, en mayo de 1813, participó en la captura de Huichapan y la ejecución de Chito Villagrán, un temido líder de las huestes que, entre bandoleras e insurgentes, disputaban al gobierno el dominio de la zona de la intendencia de México que hoy corresponde al estado de Hidalgo).


Bustamante fue ascendido a capitán tras la toma de Zitácuaro (principios de enero de 1811) y participó en el sitio de Cuautla
(17 de febrero-2 de mayo de 1812)


Siempre a cargo de destacamentos “volantes” de caballería, Bustamante pasó a la región de los llanos de Apan en abril de 1814 para patrullar los caminos que unían las minas de Real del Monte con Pachuca y la ciudad de México. Una muestra de su valentía es que en abril de 1815, al entablar batalla contra Osorno y sus igualmente temibles tropas de caballería,[8] Bustamante fue herido al comenzar el combate, pero se mantuvo luchando a lo largo de las ocho horas que duró aquella acción. En febrero de 1817 fue ascendido a teniente coronel como recompensa a su contribución en la derrota de los insurgentes de Apan. Cuando la expedición internacional de Francisco Xavier Mina revivió fugazmente la casi extinta llama de la independencia en la segunda mitad de 1817, Bustamante fue destacado a servir en el ejército del brigadier Pascual Liñán para frenar al liberal navarro y sus fuerzas. Su participación en esa campaña culminó cuando la persecución de su caballería dio alcance a Mina (que tras un par de triunfos iniciales había sufrido una derrota decisiva en Guanajuato) y a Pedro Moreno en el rancho del Venadito el 27 de octubre, acción en la que Moreno murió combatiendo y Mina fue capturado (lo fusilarían poco después). En recompensa, Bustamante alcanzó el grado de coronel.

…las experiencias de Bustamante en este tiempo ilustran un fenómeno general. Durante la insurgencia, el número de criollos dentro de la clase oficial creció considerablemente. Antes de 1810, los oficiales peninsulares dominaban el ejército colonial, pero para 1821 los criollos los habían superado. [...] su experiencia en el mando transformó la percepción que tenían acerca de sí mismos y sobre el ejército, pues se dieron cuenta de que, en muchos sentidos, la supervivencia de Nueva España dependía de ellos. De este modo, sería pertinente preguntarse hasta qué punto al armar a los criollos y colocarlos en las posiciones de mando dentro del ejército el gobierno virreinal sembró las semillas de su propia destrucción (Andrews, 2008, p. 20).

Para la primavera de 1818, ya con el rango de coronel, Bustamante fue destacado al Bajío al mando de una columna volante de casi 400 efectivos (en cierta manera, se le envió en sustitución de Iturbide –otro protegido de Calleja–, que había llevado a extremos demasiado exacerbados las drásticas acciones político-militares propugnadas por su jefe; Bustamante, no obstante ser un tanto más mesurado, continuaría poniendo en práctica esas medidas).[9] El meollo de éstas consistía en concentrar a la población en “pueblos o aldeas estratégicas” (concepto actual de la guerra contrainsurgente) donde grupos de labriegos bajo el mando de los llamados “caudillos guardacampos” sustituirían el patrullaje y control del ejército regular con milicianos, lo cual hacía mucho menos onerosas para el gobierno –y posiblemente más efectivas– las labores de contrainsurgencia. Esta concentración se acompañaba de la destrucción de ranchos y colonias de quienes se sabía que eran partidarios de la rebelión o simplemente de los que se pensaba que eran simpatizantes de los insurgentes.


Bustamante pasó a la región de los llanos de Apan en abril de 1814 para patrullar los caminos que unían las minas de Real del Monte con Pachuca y la ciudad de México / Eugenio Landesio, Minas de Real del Monte, Hidalgo, 1857

cUn ex realista distinguido

Ya con Iturbide como emperador, éste lo designó comandante general de las Provincias Internas, pero su mando fue más bien nominal, pues permaneció en la ciudad de México

Aunque para fines de 1820, la provincia de Guanajuato –donde seguía actuando Bustamante– parecía estar pacificada, los problemas económicos de la región, como los del resto de Nueva España, no estaban resueltos. La industria minera –principal rubro del PIB regional de ese tiempo– seguía en recesión, y otras ramas productivas también estaban deprimidas. Brian Hamnett (1979, p. 532) dice que es tentador relacionar los atrasos e interrupciones en el pago de salarios a los soldados y oficiales del ejército realista con el apoyo que recibió Iturbide al lanzar el Plan de Iguala, pero asimismo advierte que no existen pruebas directas de esta posible correlación. Sea como fuere, en marzo de 1821, cerca de un millar de soldados comandados por Luis Cortázar y Anastasio Bustamante se pasaron al bando de Iturbide; acto seguido, Guanajuato y el resto del Bajío se rindieron a los trigarantes sin disparar un tiro.[10] Tras la ocupación de la capital del virreinato, Bustamante y otros firmaron el Acta de Independencia de México; bajo la regencia, se le nombró mariscal de campo (grado también otorgado a Luis Quintanar, exrealista, y a Vicente Guerrero, exinsurgente). Ya con su admirado Iturbide como emperador, éste lo designó comandante general de las Provincias Internas, pero su mando fue más bien nominal, pues permaneció en la ciudad de México. Al conocerse la defección de los postulantes del Plan de Casa Mata, Bustamante aconsejó a su amigo emperador ponerse al frente de tropas leales, enfrentar a los insurrectos en Puebla o Jalapa y salvar así al imperio. Tras la abdicación de Iturbide y su salida del país, Quintanar y Bustamante trataron de hacerse fuertes en Jalisco pero finalmente desistieron y éste salió al exilio en Sudamérica

Urna con los restos de Agustín de Iturbide, en cuya base se encuentra el corazón de Anastasio Bustamante, Catedral Metropolitana, Ciudad de México

Ya he mencionado lo más sobresaliente de su actuación tras la consumación de la Independencia, así que sólo me resta agregar que en octubre de 1841, los generales encabezados por Santa Anna, su gran rival, lo obligaron a renunciar a su mandato presidencial. Pero en 1846 obtuvo un escaño en el Senado de la República y sirvió como presidente de esa cámara un año más tarde. Durante la guerra contra Estados Unidos (1846-1848) comandó las tropas de la División de Occidente. Su última misión militar fue sofocar una rebelión en la sierra Gorda de Querétaro entre 1848 y 1849. Murió en Guanajuato en 1853, a los 73 años de edad. Y algo que quizá no es muy conocido es que pidió que extrajeran el corazón de su cadáver y lo enterraran junto a los restos de Iturbide, lo cual le fue concedido.

c Conclusión

A través de la carrera de Bustamante podemos tener un panorama de las luchas posteriores a 1810 a través de los ojos de los criollos realistas. Esto es doblemente importante en el caso de Bustamante, puesto que él no provenía de la plutocracia criolla de mineros, grandes latifundistas o miembros de la nobleza titulada. Sus orígenes estaban en la burguesía provinciana, que se encontraba en un nivel más bajo dentro de la estructura de las élites criollas. Tales antecedentes lo colocaron en igualdad social con protagonistas de la independencia como Miguel Domínguez, el corregidor de Querétaro, Miguel Hidalgo, párroco de Dolores, o algunos miembros de la profesión legal en las provincias, por ejemplo Lorenzo de Zavala y Carlos María Bustamante. Entonces ¿por qué Anastasio Bustamante se colocó en el bando opuesto? Probablemente la respuesta es sólo cuestión de grado. En términos generales, Bustamante probablemente compartió los puntos de vista de Domínguez, Hidalgo y otros, en el sentido de que su meta común era un estado soberano presidido predominantemente por los propios mexicanos. La diferencia con ellos estriba en los medios de que se valieron para lograr tales fines. Probablemente el temperamento de Bustamante, sus compañeros y sus relaciones, y sobre todo su relación con Calleja, condicionaron su lealtad realista tanto como su miedo a la revolución social. Pocos escogieron seguir a Hidalgo y sus metas (Hamnett, 1979, p. 537).

Lo dicho en los estudios de historia aquí citados mueve a pensar con mayor detenimiento cómo debemos considerar a los antiguos oficiales realistas novohispanos que después de 1821 actuaron como mexicanos. Si Guerrero, Victoria o Bravo, por ejemplo, fueron sobrevivientes de la guerra prontamente celebrados como héroes de la independencia, qué pensar de Bustamante, Gómez Pedraza o José Joaquín de Herrera, por ejemplo, también sobrevivientes, también presidentes y asimismo distinguidos patriotas en las luchas contra la intervención española de 1829, la francesa de 1838-1839 y la estadounidense de 1846-1848. Mi intención aquí no ha sido sugerir que se les conceda una categoría de héroes equivalente a la que gozan Hidalgo, Morelos, Allende y otros “padres de la patria”, tan recurrentemente celebrados en las conmemoraciones del Grito de Dolores, sino más bien invitar al lector a reflexionar acerca de la actuación histórica de aquellos que primero llamados realistas pasaron después a ser parte de la historia común de los mexicanos.

c Referencias

ANDREWS, Catherine (2008). Entre la espada y la constitución. El general Anastasio Bustamante 1780-1853. Universidad Autónoma de Tamaulipas y H. Congreso del Estado de Tamaulipas. https://www.academia.edu/711314/Entre_la_espada_y_la_constituci%C3%B3n_El_general_Anastasio_Bustamante_1780_1853_ Ir al sitio

HAMNETT, Brian (1979). Anastasio Bustamante y la guerra de independencia -1810-1821. Historia Mexicana, 28 (4), pp. 515-545. https://historiamexicana.colmex.mx/index.php/RHM/article/view/2709 Ir al sitio

MORENO Gutiérrez, Rodrigo (2017). Los realistas: historiografía, semántica y milicia. Historia de Mexicana, LXVI (3), pp. 1077-1122. https://historiamexicana.colmex.mx/index.php/RHM/article/view/3377/3172 Ir al sitio

Notas

* Antropólogo. Laboró en el Instituto Nacional de Antropología e Historia, el Instituto Nacional Indigenista y el Instituto Nacional de Ecología. Para Correo del Maestro escribió las series “El fluir de la historia”, “Batallas históricas”, “Palabras, libros, historias” y “Áreas naturales protegidas de México”.

  1. Asimismo, Moreno Gutiérrez dice: “…llama la atención que algunos de los primeros exponentes de la historiografía de la independencia, como Bustamante, Zavala o Mora, hayan prescindido del término realista para referirse a lo que en su relato figura como partido español, causa española, contrarrevolución, servidumbre, dependencia, tiranía o, simplemente, ‘enemigos de nuestra independencia’” (2017, pp. 1081-1082).
  2. El documento titulado Reglamento político-militar que deberán observar, bajo las penas que señala, los pueblos, haciendas y ranchos, a quienes se comunique por las autoridades legítimas y respectivas; en el entretanto que el excelentísimo señor virrey de estos reinos, a quien doy cuenta, se sirva hacerlo extensivo a todas las provincias si lo tuviere a bien fue dado a conocer por el entonces mariscal de campo Calleja, en Aguascalientes, el 8 de junio de 1811. Aunque está en discusión si Venegas y sus comandantes apoyaron firmemente ese plan, es indudable que al día siguiente de su toma de posesión como virrey (5 de marzo de 1813) Calleja se lanzó decididamente a su implementación.
  3. Véase Juan Ortiz Escamilla (2014). Guerra y gobierno. Los pueblos y la independencia de México, 1808-1825. México.
  4. Ver, por ejemplo, el número 312 de Correo del Maestro.
  5. Triunfador en la elección presidencial para el periodo 1829-1833, fue víctima del motín del Parián y desconocido por el Congreso de la República, que nombró a Guerrero (ocupante del segundo lugar en esa elección) para sustituirlo y a Bustamante (tercer lugar) como vicepresidente. A fines de 1832 fue llamado, a instancias de Santa Anna, para concluir el mandato para el que había sido elegido, así que fue presidente unos tres meses. De cualquier forma, se trata de un exjefe militar realista que ocupó varios cargos políticos hasta su muerte en mayo de 1851.
  6. Negrete, junto con Guadalupe Victoria y Nicolás Bravo, encabezó el órgano denominado Supremo Poder Ejecutivo, un gobierno provisional actuante en 1823-1824 que preparó el advenimiento de la primera república federal.
  7. Recordemos que en 1810, la intendencia de San Luis Potosí abarcaba un enorme territorio que se extendía desde las cercanías de la ciudad homónima hasta la frontera texana con la Luisiana, por el este, y a través de Coahuila y partes de Chihuahua hasta los límites con Nuevo México.
  8. Véase mi artículo en Correo del Maestro, núm. 318.
  9. Iturbide había sido removido de su cargo en esa misma región tras ser acusado de malversación de fondos gubernamentales, peculado y abuso de autoridad.
  10. No omito mencionar que por orden de Anastasio Bustamante, las cabezas de Miguel Hidalgo, Ignacio Allende, Juan Aldama y José Mariano Jiménez, primeros próceres de la lucha independentista, fueron quitadas de las cuatro esquinas de la Alhóndiga de Granaditas, en donde se exhibían para escarnio de la población proinsurgente, y sepultadas con solemnes honores fúnebres el 28 de marzo de 1821 en el cementerio de San Sebastián, en la ciudad de Guanajuato.
c Créditos fotográficos

- Imagen inicial: www.3museos.com

- Foto 1: historiasdemontijo.co

- Foto 2: www.memoriapoliticademexico.org

- Foto 3: www.lhistoria.com

- Foto 4: artsandculture.google.com

- Foto 5: historicalsoundscapes.com

- Foto 6: www.scoopnest.com/es/user/Cuauhtemoc_1521

CORREO del MAESTRO • núm. 319 • Diciembre 2022