El amor
REPRESENTADO EN EL ARTE

Inbal Miller Gurfinkel[*]




A continuación se presenta un breve recorrido por diversas formas de representar el amor en la pintura y la escultura, no sólo materializado a partir de la figura de Cupido, sino también plasmando el deseo amoroso, tanto en la parte más carnal como el amor más puro, aquel anhelado.



c El amor representado en el arte

El amor se siente en el estómago, provoca una especie de embriaguez, nos distrae de nuestro quehacer diario; describirlo resulta fácil, lo complicado es en realidad materializarlo, escribirlo o representarlo.

Muchos filósofos han intentado racionalizar el amor, entre ellos, Roland Barthes en su libro Fragmentos de un discurso amoroso, por mencionar sólo uno:


… el sujeto amoroso percibe al otro como un Todo […], y, al mismo tiempo, ese Todo le parece aportar un remanente, que él no puede expresar. Es todo el otro quien produce en él una visión estética: le loa su perfección; se vanagloria de haberlo elegido perfecto; imagina que el otro quiere ser amado, como él mismo querría serlo, no por tal o cual de sus cualidades, sino por todo, y este todo se lo concede bajo la forma de una palabra vacía, puesto que Todo no podría inventariarse sin disminuirse: en ¡Adorable! ninguna cualidad cabe, sino solamente el todo del afecto (1998, p. 27).


Pensando ahora en la representación visual, a lo largo de la historia del arte, tanto en la pintura como en la escultura, el amor ha sido protagonista de múltiples obras. La temática ha sido diversa, no siempre centrada en el tema iconográfico del amor, materializado a partir de la figura de Cupido, sino que también se ha representado el deseo amoroso, la parte más carnal y el amor más puro, aquel anhelado.

c Amor pasional

Durante el siglo XVIII surgió la pintura galante, un movimiento artístico que nació, floreció y murió en Francia, en el periodo artístico conocido como rococó. El centro de este movimiento fue la mujer, y su excusa, el amor. En la historia de la pintura francesa existen retratos de cuerpos desnudos, a medio velar tras los ropajes, pero jamás se había visto tal ligereza como aquella representada en la pintura galante, siempre a la búsqueda del erotismo y el juego amoroso.

La etimología de galante procede del antiguo francés galer, que durante el siglo XII era el héroe, el hombre atrevido, osado, tan dispuesto para la guerra como para el amor. En el siglo XVIII, el galante seguía siendo el vivaz, pero ahora en el enamoramiento femenino.

Cabe recordar que, para el surgimiento de un estilo nuevo en el arte, es necesaria una afinidad de ideas, de sentimientos y de costumbres comunes a un grupo social determinado, es decir, el arte de una época es producto de la sociedad de ese momento.

Así, a partir de la sociedad francesa del siglo XVIII surge la pintura galante, un arte de representaciones ligeras, despreocupado y en momentos frívolo, que fue también la última manifestación artística del Antiguo Régimen, antes de la Revolución de 1789.

La mujer es el único objeto de inspiración, habrá que seducirla y conquistarla. Los grandes artistas de este periodo representaban la belleza femenina y la moda, caracterizada por vestidos y tocados voluminosos, así como grandes cantidades de maquillaje, pero un elemento importante de conquista y seducción eran las “moscas”:


Son pedacitos de tela engomada que simulan lunares, cortados en forma de corazón, de estrella, de cometa, de cuerno… a los que una dama llegará inclusive a adornar con un brillante para hacerlos resaltar mejor. El hábito de llevarlos establecerá reglas y les dará nombres según los lugares que ocupan. La mosca se llamará “la asesina” si está en el borde del ojo, “la majestuosa” si está sobre la frente, y cerca de los labios será “la borbona” (Gall, 1953, p. 30).


Entre los artistas más sobresalientes de la pintura galante, están Watteau, Boucher y Fragonard.

El cerrojo (1778) de Fragonard retrata a una pareja entrando a una habitación en un arrebato pasional, y en el último momento, casi como una danza, recuerdan que hay que asegurar el cerrojo, para que nadie interrumpa ese momento de amor. En la cama destendida y los pliegues de las cortinas, la maestría del artista permite sentir la textura de las telas. La luz artificial, proveniente del ángulo superior derecho, que sólo ilumina a la pareja, genera un ambiente teatral en la obra. Esto es la pintura galante, el amor carnal y pasional representado en la obra.


Jean-Honoré Fragonard, El cerrojo, 1778, óleo sobre tela

c Amor anhelado

Ahora bien, pensemos en el amor más inocente, en aquel imaginado, anhelado y deseado.

La pintura de Manuel Ocaranza El amor del colibrí (1869) muestra a una joven vestida de blanco y con un listón rojo que rodea su cintura, asomada por su ventana para contemplar a un colibrí que liba el cáliz de una azucena depositada en un jarrón en la ventana; la joven cruza los brazos sobre su pecho y lleva en la mano derecha una carta. El quicio de la ventana, mismo que enmarca la pintura, nos permite ver pocos detalles dentro de la habitación, como un piano y un cuadro. Puesto que es la flor misma el centro de iluminación, se puede asumir como elemento central de la pintura.

El colibrí, metáfora de la pérdida de la virginidad, no ha logrado tocar la flor; podríamos entonces pensar que la carta que ha recibido la joven es de un enamorado, que le propone un momento de mayor intimidad, y ella, ruborizada y con una mirada de enamoramiento, está lista para tomar ese paso en su relación.


Manuel Ocaranza, El amor del colibrí, 1869, óleo sobre tela


El mismo artista, Manuel Ocaranza, retrata de nuevo a una joven en La flor muerta (1868). Ahora ella está en una terraza, vestida de blanco con un cinto rojo, junta las manos y las lleva a la quijada en señal de dolor al tiempo que contempla con los ojos llorosos y el gesto triste, frente a ella, una azucena tronchada que todavía se sostiene en su tallo, simbolizando la pérdida de la virginidad. Desprovista de joyas y adornos, la joven lleva el cabello peinado hacia atrás formando un chongo sostenido por un listón rojo que deja caer el cabello de la parte inferior sobre la espalda, con un aspecto informal. Las tonalidades frías de las pinceladas grises, verdes, azules y blancas le confieren un estado aún más melancólico al personaje.


Manuel Ocaranza, La flor muerta, 1868, óleo sobre tela


c Cupido y el amor

La forma más común de representar el amor es a través de Cupido y sus travesuras.


Cupido es la tierna figura de un adolescente alado, en muchas ocasiones representado por un niño, a veces con los ojos vendados, armado con arco y las flechas con las que hiere los corazones de los enamorados. Es infantil porque, debido a su inocencia, muchas veces se equivoca al lanzar las flechas de amor y las clava en corazones que sufrirán la amargura de la incomprensión.

En la Antigua Grecia, Cupido era conocido como Eros, hijo de Afrodita, la diosa del amor, la belleza y la fertilidad, que quedó embarazada tras ser poseída por la espuma del mar. Afrodita dio a luz gemelos: Eros, dios del amor, e Himeneo, dios de la lujuria y el deseo sexual. Junto a Potos, dios del anhelo del amor, los tres forman los Erotes, que en la mitología griega simbolizaban los tres componentes básicos en los que se fundamenta una relación: amor (Eros), deseo (Himeneo) y compromiso (Potos) (Cupido, imagen…, 2012).


De nuevo el artista mexicano Manuel Ocaranza retrata al amor, ahora a través de Cupido, en la obra Las travesuras del amor, 1871. Delante de un gran armario abierto, Cupido en figura de niño con alas de libélula, sentado en un pequeño banco recubierto con una piel de ocelote, vierte una gota de un frasco de veneno dentro del cáliz de una rosa blanca. Lleva a la espalda la aljaba colmada de flechas y a sus pies está su arco; también se ve tirado, a la izquierda, uno de sus dardos, en medio de un capullo de rosa y un clavel, mientras que a la derecha descansa sobre el piso un ancho frasco destapado. Sobre la puerta izquierda del armario cuelga una serpiente. Hay tres anaqueles dentro del armario y dos cajones en la parte superior, del entreabierto cajón de la izquierda sobresalen una flor de adormidera y lo que parecen las tenazas de un crustáceo o tal vez una planta con propiedades mágicas. En los anaqueles, en orden ascendente, hay un gran reloj de arena; una calavera y un vaso; un libro, una redoma, una lechuza, un almirez y otro vaso. Sobre el lomo del libro se lee “Arte de amar. Ovidio”.

La composición del cuadro genera impresiones contradictorias; por un lado, la hermosura, gracia y malicia del travieso niño, desnudo y alado, y por otro, el atemorizante efecto acumulativo de tantos signos maléficos (serpiente, lechuza, calavera, piel de leopardo, frasco de veneno e ingredientes de hechicería). La inocencia de Cupido es entonces asociada a las fuerzas oscuras, a la crueldad y al crimen perpetrado con alevosía y ventaja. Ocaranza retrata con humor al amor, como aquel capaz de provocar efectos tanto placenteros como dañinos.


Manuel Ocaranza, Las travesuras del amor, 1871, óleo sobre tela


En la misma época de las obras anteriores, Gabriel Guerra, en su escultura Una burla al amor (1877), talla a una mujer desnuda, muy probablemente una ninfa o diosa antigua, tapada de modo parcial por un amplio paño y sentada sobre un tronco, cubre con los dedos de la mano derecha los ojos cerrados de un pequeño Cupido, de pie, que busca liberarse. La mujer esconde, en la mano izquierda, tres dardos que le ha quitado al travieso niño. La escultura hace referencia al escarmiento de Cupido, momento en el cual las diosas o ninfas le esconden, roban, rompen y queman sus peligrosos dardos, origen de tantos deleites y tormentos que nadie perdona, ni aun su propia madre.

Los artistas contemporáneos también se han preocupado por pensar en torno al amor, para generar objetos artísticos que logren representarlo de manera visual.


Gabriel Guerra,
Una burla al
amor
, 1877,
yeso patinado


Una de las piezas más icónicas es Love (1967), ensamblaje del estadounidense Robert Indiana (1966-1999), asociado con el movimiento pop art, en el cual las técnicas y colores generalmente estaban vinculados con usos comerciales, de manera que tuvieran una gran facilidad para transmitir su mensaje a un amplio público. En dicho movimiento se crearon piezas que lograban vincularse con el espectador a través de la experiencia común; por lo general eran fáciles de contemplar, divertidas, reconocibles y por consiguiente creaban un ambiente relajado. Amor es una palabra que se reconoce universalmente.

Otro momento importante dentro de la representación del amor está vinculado con su color y forma: el rojo y el corazón son los símbolos universales de dicho sentimiento. Veamos Corazón colgante, del estadounidense Jeff Koons. Éste surge como artista en la década de los ochenta y desde entonces exalta lo superfluo a través de objetos cotidianos como figuras de globos, en este caso un corazón gigante, y utiliza el acero inoxidable como material principal en muchas de sus esculturas.

Se ha intentado rastrear el origen de la forma de corazón que comúnmente conocemos; lo más cercano sería la representación gráfica del corazón sangrante de Cristo, en donde evidentemente el color rojo hace referencia a la sangre pero también a lo pasional. Se trata de una abstracción del órgano humano que se dice siente el amor.


Robert Indiana, Love, 1967

Jeff Koons, Corazón colgante, 1996-2006, acero inoxidable pulido


Como hemos visto en este breve recorrido, diversos artistas e intelectuales a través de la historia han empleado su creatividad e imaginación para representar el amor, tema que seguimos intentando descifrar para saber cuál es la forma más acertada de materializarlo.

c Referencias

BARTHES, Roland (1998). Fragmentos de un discurso amoroso. Siglo Veintiuno Editores.

CAMACHO Becerra, Arturo, y Esther Acevedo (2002). Catálogo comentado del acervo del Museo Nacional de Arte. Pintura siglo XIX, tomo 1.

Cupido, imagen presente en la historia del arte universal (2012). El Universo. https://www.eluniverso.com/2012/02/14/1/1380/cupido-imagen-presente-historia-arte-universal.html/ Ir al sitio

GALL, Jaques y François (1953). La pintura galante francesa en el siglo XVIII. Fondo de Cultura Económica.

Notas

* Historiadora del arte, curadora y promotora cultural. Directora del Centro Cultural Brasil México.

c Créditos fotográficos

- Imagen inicial: Shutterstock

- Foto 1: Dominio público en commons.wikimedia.org

- Foto 2: twitter.com/cultura_mx/status/767711705254146048

- Foto 3: Dominio público en commons.wikimedia.org

- Foto 4: twitter.com/decultura_mx/status/607713953049911296

- Foto 5: erikatamaura.com

- Foto 6: www.moma.org

- Foto 7: www.telerama.fr

CORREO del MAESTRO • núm. 309 • Febrero 2022